El miedo a volar, conocido como aerofobia, afecta a millones de personas en todo el mundo, impidiéndoles disfrutar de una experiencia que, para muchos, es una rutina. Esta fobia puede manifestarse de diversas formas, desde ansiedad leve hasta ataques de pánico, y puede ser desencadenada por diferentes factores, como el temor a la altitud, la claustrofobia o la preocupación por la seguridad.
Vamos a explicar qué es exactamente el miedo a volar, cuáles son los síntomas más comunes y cuáles son los mejores métodos para superar ese miedo a subirse a un avión.
Hablamos con Francisco Conesa, psicólogo especializado en psicología clínica y coordinador del grupo de aviación y seguridad aérea del Colegio Oficial de Psicología de la Comunidad Valenciana. Conesa explica que el miedo es una respuesta fisiológica normal del ser humano ante situaciones percibidas como amenazantes, como cruzar una calle con tráfico intenso o encontrarse con un perro grande sin correa. Este miedo actúa como un mecanismo de supervivencia que hemos desarrollado desde los inicios de la humanidad.
Sin embargo, la aerofobia es un miedo irracional a volar, un medio no natural para los humanos, lo que genera una respuesta de ansiedad excesiva en algunas personas. Mientras que algunos pasajeros experimentan sólo una leve preocupación que desaparece una vez que el vuelo comienza, otros desarrollan un miedo intenso que se manifiesta en síntomas fisiológicos como taquicardia, respiración entrecortada y sudoración, llevando a la persona a evitar volar por completo.
Este miedo puede originarse por haber presenciado o escuchado noticias sobre accidentes aéreos, lo que genera una preocupación excesiva. Además, cuanto más se evita volar, más se incrementa la respuesta de miedo, y si se enfrenta la necesidad de volar, la ansiedad puede ser abrumadora, afectando significativamente la vida cotidiana de la persona.
Para tratar la aerofobia, el psicólogo recomienda terapias cognitivo-conductuales, que trabajan sobre los pensamientos de preocupación y los síntomas fisiológicos de la ansiedad. Estas terapias ayudan a afrontar el miedo sin recurrir a la evitación. Además, conocer cómo funciona un avión y los procedimientos de seguridad puede mitigar la preocupación, ya que la información técnica proporciona una sensación de seguridad al pasajero.
En algunos casos, se puede recurrir a tratamientos farmacológicos bajo prescripción médica, especialmente si la persona está atravesando un episodio de estrés adicional en su vida. No obstante nos dice que estos tratamientos deben ser coordinados entre psicólogos y psiquiatras, y que la medicación se debe retirar gradualmente a medida que la terapia psicológica comienza a funcionar.
La efectividad de estas terapias varía, pero estima que alrededor del 70% de los casos pueden lograr volar con una ansiedad gestionable tras un tratamiento de entre seis a diez meses. Las terapias se centran en la exposición gradual al estímulo temido y en el desarrollo de técnicas de relajación y control de la ansiedad.
Conesa también menciona que, aunque el miedo a volar puede afectar a cualquier persona, hay quienes tienen una predisposición genética a la ansiedad que puede hacerlos más susceptibles. A veces, el miedo surge después de haber experimentado turbulencias severas o haber visto noticias sobre incidentes aéreos.
En cuanto a consejos prácticos para quienes tienen miedo a volar, sugiere anticiparse y no dejar la preocupación para el último momento. Recomienda informarse sobre cómo funcionan los aviones y las medidas de seguridad, practicar técnicas de relajación y mantener el enfoque en el destino final, visualizando los aspectos positivos del viaje. Si el miedo es significativo, aconseja consultar a un profesional con antelación para recibir el tratamiento adecuado y asegurar un vuelo más confortable. La aerofobia es un problema común que puede manejarse eficazmente con la ayuda de terapias especializadas y un enfoque proactivo.