ELCHE. Christina Rosenvinge Hepworth (Madrid, 1964) tiene una de las carreras más singulares de la escena pop española. Presente ya en los tiempos en que la Movida se entendía desde la lúdica visión del pop chicle de fresa ácida, hasta el surgimiento de la fauna indie, inluyendo un período neoyorkino que estuvo a punto de dejar poso televisivo en algún que otro programa de audiencia masiva en el ecosistema de los late show norteamericanos.
Mientras todo eso sucedía, Christina iba consolidando una bien merecida fama de compositora con criterio e intérprete con personalidad marcada y las ideas bastante claras en cuanto a lo que significa construir una carrera musical.
La primera década del nuevo siglo (hasta cuando va a seguir siendo nuevo y no único), ha supuesto el reconocimiento de la prensa especializada y del fiel público de sólidas raices independientes. Discos como Verano fatal (2007), con Nacho Vegas, Tu labio superior (2008) o La joven Dolores (2011) empiezan a mostrar una letrista de verbo fácil y fraseo lírico, sin perder el carácter reivindicativo, vitalista, que va adquiriendo su obra.
En 2018, y una vez más arropada por su compañía, El Segell del Primavera, acaba de lanzar Un hombre rubio, con un yo narrativo teñido de camisas de leñador y ceño fruncido, pero también de tiernas y espontáneas perversiones: Decir tu nombre es pinchar en hueso./Decir tu nombre es pisar cristal./Decir tu nombre, aquí y ahora./Decir tu nombre como ritual./ Tu nombre responde cuando lo escribo./Tu nombre de hombre/sin puntos suspensivos, reza al inicio del tema Afónico. Homenaje a la líder indígena, feminista y mediambientalista Berta Cáceres, en el tema Berta multiplicada. Un autohomenaje, además de por la dedicatoria paternal, por la reincidencia, después de que Rocío Márquez le pidiera un romance para su disco Firmamento, y Christina se marcara una historia cruda de despertar sexual, nocturnidades y alevosías, se autoregala el Romance de la plata, para rendir cuentas y ofrendas.
Un hombre rubio es un disco de banda, necesitado de la liturgia del directo y al mismo tiempo de la intimidad de la escucha solitaria. Nueve temas producidos por la propia autora, grabados y mezclados en por Daniel Richter en el estudio El lado izquierdo de Pozuelo de Alarcón, y que cuenta con Manuel Cabezalí a las guitarras y el bajo, David T. Ginzo a los teclados, la colaboración a la guitarra de Charlie Bautista, en Ana y los pájaros, y la contundencia percusiva del batería Juan Diego Gosalvez.
Suena el tono del teléfono… “sí, hola, espera un segundín, que voy a subir a un coche, … mira, voy a la calle… número 30. Vale, ya puedo hacer la entrevista”. Tenemos de tiempo el trayecto entre la tele y la radio, en plena promoción del disco, pero Christina se toma su tiempo para las respuestas, reflexiona, rie…