Después de todo, ¿qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses
Oscar Wilde
La moda cambia, el estilo resiste
Coco Chanel
VALENCIA. Señora, me consta que su lámpara de bronce de ocho brazos debió costarle un dineral a su abuelo, pero le aseguro que estas cosas ya no se las pone nadie. Calidad no le falta, pero digamos que han pasado de moda. ¿A que usted no se la colgaría ahora? Dígame entonces porqué la guardan en el trastero. No insista, tampoco ese relieve de la Santa Cena en metal plateado creo que lo ansíe nadie hoy en día.
No se asusten, me hallo muy lejos, por incapacidad y porque les aprecio, de formular aquí una sesuda argumentación sociológica y casi antropológica sobre qué son las modas, las tendencias, los estilos y la causa que las hace surgir de la nada, su mágica evanescencia y hasta qué punto nos vemos dominados por ellas. La moda y su reverso, lo “pasado de moda” tiene su parte explicable en cada período y también su lado oscuro. Los criterios estéticos cambian: se imponen unos a la vez que se denigran los sustituidos. Pudiendo nuestra vista gozar de la superficie lisa de las paredes vemos como algo difícil de entender, un mal momento de la humanidad, que el gotelé reinara “embelleciera” nuestras viviendas allá por los años ochenta.
Las modas tienen en muchos casos sus factótums. Al insigne historiador del arte Johannn Joachim Winckelmann (1717-17689) se le debe en buena parte que el movimiento neoclásico en la segunda mitad del siglo XVIII fuese toda una moda. Sus publicaciones sobre sus trabajos arqueológicos en la Roma clásica y en Pompeya fueron un best-seller académico. El clasicismo siempre ha estado ahí desde Grecia, pero la abundancia decorativa del Barroco y su consiguiente exacerbación-el Rococó- estaba pasando de castaño a oscuro. Demasiada rocalla y horajasca, debieron pensar los expertos en tendencias por aquellos años. Sólo había un camino: ruptura. Así, las líneas rectas sustituyeron a las sinuosas.
De los edificios, a los muebles, la pintura, los servicios de mesa, utensilios de escritura, para acabar en la ropa. Nada escapa a un estilo. No es difícil imaginar a los propietarios (aquellos que se podían permitir pensar en estas cosas, claro) ordenando retirar las “anticuadas” cómodas Luís XV desterrándolas a los desvanes para ser sustituidas por las más modernas, elegantes y refinadas neoclásicas, más “minimalistas” si se me permite emplear esta expresión. Hoy realmente la cosa no ha cambiado demasiado.
Pero ojo, no todos los estilos son fruto de las modas. No puede afirmarse con propiedad que el estilo Gótico fuera fruto de una moda, como una forma de entender el mundo que se imponía desde arriba. Sin embargo las formas orgánicas de la magnífica casa Ferrer (Calle Pizarro esquina calle Cirilo Amorós), estilo denominado Sezession Vienesa son propias de un movimiento predominantemente estético. Una moda, una tendencia libremente desarrollada por el espíritu y no impuesta casi canónicamente.