Arrancamos con esta antigua y romántica canción (que forma parte de los grandes éxitos del gran crooner Tony Bennet) para evocar lo que nos habría gustado que hubiese sucedido en el muy importante encuentro entre los presidentes de Estados Unidos y de China que tuvo lugar hace dos semanas a pocos kilómetros de la bellísima ciudad de San Francisco, en la localidad de Woodside y más concretamente en el Jardín Filoli donde, coincidencias del destino, se rodó una de las más emblemáticas series de los 80, Dinastía. Un lugar perfecto para las intrigas, los reproches velados (y no tanto) y como dice también la memorable “As time goes by”, banda sonora de la mítica Casablanca, la lucha por el poder y la gloria (“the fight for love and glory”). Como ya he dicho en esta columna con anterioridad, la relación entre los Estados Unidos y la República Popular China es la relación indispensable. Una de las relaciones más relevantes que contribuyen al diseño de nuestro mundo y de la que está resultando el nuevo orden mundial que empieza a aflorar. Si su dinámica es positiva, el efecto para todos será benéfico. Por el contrario, si las fricciones entre las dos grandes superpotencias se complica el impacto para el mundo puede ser devastador.
La evolución de la relación no ha estado exenta de momentos complicados. Recordemos las proféticas palabras del Presidente Nixon, en lo que podríamos calificar la fase previa del comienzo de la relación, cuando explicaba las razones que le habían impulsado a enviar secretamente a su entonces secretario de Seguridad Nacional, Henry Kissinger (recientemente fallecido con 100 años y en plena forma) en julio de 1971 al Pekin de Mao Zedong: “Los habitantes de la República Popular China representan un cuarto de la población del mundo. No son todavía una potencia militar pero en 25 años, su importancia será decisiva”. La economía china durante este periodo de fines del siglo XX y las dos primera décadas del XXI ha crecido de forma vertiginosa volviendo a ser lo que siempre fue, el motor industrial del mundo. China siempre ha fabricado cosas. Durante estos años, China ha contado con el apoyo constante de los Estados Unidos ya que también los Estados Unidos han sido el principal beneficiario de esta situación al poder producir en el gigante asiático productos de forma muy competitiva y así consolidar su potencia comercial planetaria. Esto ha hecho que la imbricación entre las dos economías es intensa y compleja.