En el mundo del fútbol, se ha propagado el tópico de que hay que jugar "con cojones", una expresión que, en términos fisiológicos, es absurda. Los testículos, que sirven para bombear semen y recibir balonazos dolorosos, no tienen relación alguna con la habilidad futbolística. Sin embargo, durante una época específica, el Valencia CF adoptó una filosofía en la que la virilidad era vista como un atributo esencial para el éxito en el campo.
Esta etapa se caracterizó por la gestión de Paco Roig, presidente del Valencia, quien frecuentemente aludía a la valentía testicular en sus discursos y decisiones. Su reinado estuvo lleno de referencias a los "cojones" tanto por parte suya como de sus seguidores. En este contexto, el club fichó a varios jugadores cuyos nombres o características resonaban con la temática viril promovida por Roig.
Uno de los primeros en llegar fue Luboslav Penev, apodado Penev. Este jugador búlgaro se integró rápidamente en la vida nocturna de Valencia, aunque sus esfuerzos por ser llamado por su nombre de pila, Lubo, no tuvieron éxito. La afición valenciana prefirió seguir usando el apodo que evocaba connotaciones vulgares.
Otro jugador emblemático de esta era fue Poyatos, un futbolista sin grandes cualidades técnicas, pero con una notable entrega y lucha en el campo. Su apellido, que sonaba mal en español, nunca fue un problema para él. Poyatos representaba el arquetipo del jugador que suplía sus carencias técnicas con "un par de huevos", ganándose así el respeto de los aficionados.
Viola, otro fichaje destacado de aquella época, fue entrenado por Luis Aragonés. Aunque Viola no anotaba muchos goles, su apellido y su actitud en el campo lo convertían en un jugador temido y respetado. La afición valencianista creó un cántico especial para él, celebrando su presencia en el equipo.
El texto también menciona otros fichajes y eventos curiosos, como el intento de contratar a Gustavo Poyet, que habría reforzado aún más esta era de nombres y símbolos masculinos en el equipo. Además, se relatan goles anotados de maneras inusuales que contribuyeron a la singular fama del Valencia. En 1987, Bossio anotó un gol con su trasero en un partido contra el Celta de Vigo, lo que marcó una tendencia en su carrera: cada vez que él anotaba, el Valencia perdía.
En 2009, Maduro anotó un gol con su falo en un partido contra el Barcelona. Aunque Maduro no celebró de manera extravagante, su gol se convirtió en una anécdota memorable en la historia del club.
Estos eventos han contribuido a la percepción del Valencia CF como un equipo "pornográfico" en términos de cómo y con qué partes de la anatomía se anotaban los goles. En conclusión, el autor sugiere que esta etapa peculiar y llena de simbolismo viril debería ser celebrada en el centenario del club con una "orgía" simbólica, no necesariamente de goles, sino de su historia única y colorida.