VALÈNCIA. Fue Emilio Butragueño quien así calificó al presidente del Real Madrid hace ahora quince años. En aquella ocasión, el exfutbolista se deshizo elogios hacia el que era su jefe. Mucho tiempo después, y trasladando aquella anécdota en el tiempo, Amedeo Carboni habla de Peter Lim. Pero más quede un “ser superior”, como dijo Butragueño, al exfutbolista del Valencia CF le molesta la prepotencia del magnate singapurés y una manera de actuar que ha llevado al club al momento más delicado de sus cien años de historia. “Actúan como si fueran superiores. Estando en un pedestal. Como si los demás fueran… No hay que enseñarlo de forma evidente. Me molesta”, cuenta en una charla con los presentadores de este programa.
“Hay que cambiar hasta los percheros” se puso en contacto con Amedeo Carboni, que ahora reside en Barcelona, para hablar sobre el lugar que ocupa el Valencia CF en el fútbol español. Carboni jugó en Mestalla desde 1997 hasta 2006 (disputó un total de 337 partidos) y en sus 9 temporadas fue parte activa de los grandes éxitos del club. Ganó 1 Copa del Rey, 2 Ligas, 1 Copa de la UEFA, 1 Supercopa de Europa y 1 Supercopa de España. Posteriormente, ejerció el cargo de director deportivo. Nadie mejor que el italiano para valorar el estado de la cuestión en la entidad.
Con Carboni se debatió sobre la pérdida de relevancia del equipo en la clasificación histórica, pese a que todavía mantiene la cuarta posición, y sobre el rendimiento del equipo. El italiano piensa que clubes como el Atlético o el Sevilla le han arrebatado protagonismo y se mostró convencido de que el actual Valencia, plagado de gente joven, le acabará cogiendo el pulso a la competición. La conversación con Carboni giró hacia la gestión de Peter Lim como propietario del club, y el exfutbolista se sintió dolido por la forma de actuar de la propiedad. Cuando a Carboni se le pregunta por un posible regreso a Mestalla, es muy claro: “De corazón, volvería. Pero la cabeza me dice que no”. El motivo es muy claro. Murthy ejerce de plenipotenciario y regresar para no hacer nada no tiene ningún sentido. “Un poco de orgullo tengo”, sentencia.
