El Valencia CF ha sido conocido no solo por sus éxitos en el campo, sino también por la vida canalla de algunos de sus técnicos y jugadores. En el mundo del fútbol, se espera que el entrenador sea una figura ejemplar, alguien responsable y disciplinado que sirva de modelo para sus jugadores. Sin embargo, en la historia del Valencia, no siempre ha sido así. La ciudad ha sido testigo de cómo algunos técnicos se han adentrado en el terreno de la vida nocturna con la misma intensidad que sus jugadores, a menudo con la complacencia de una sociedad que miraba hacia otro lado.
Un ejemplo claro de esta dinámica es Quique Sánchez Flores. Llegado al club a mediados de la década de 1980, Quique se destacó por su calidad en el campo, lo que le permitió rápidamente ascender al primer equipo sin pasar por el filial. Con una fuerte conexión familiar al mundo del espectáculo y un padrino en el fútbol como Alfredo Di Stéfano, Quique se convirtió en una figura notable tanto dentro como fuera del campo.
Durante su carrera como futbolista, Quique ya era conocido por sus escapadas nocturnas. A menudo se le veía de fiesta con su hermano Isidro, quien también militaba en el Mestalla. Estas salidas nocturnas no solo involucraban alcohol, sino que también se rumoreaba que terminaban en encuentros sexuales en lugares insólitos. Una leyenda urbana sugiere que en una ocasión mantuvo relaciones sexuales en su coche, aparcado en plena Gran Vía, mientras los noctámbulos pasaban sin percatarse de la actividad dentro del vehículo.
A pesar de su vida nocturna, Quique se ganó el favor de la prensa valenciana gracias a su locuacidad y a su capacidad para evitar los tópicos en sus entrevistas. Estas relaciones se mantuvieron incluso después de su transición de jugador a entrenador, lo que le permitió contar con un grupo de periodistas y amigos que a menudo silenciaban sus escapadas nocturnas y aplaudían sus decisiones técnicas.
Como entrenador, Quique heredó una plantilla excepcional de los años gloriosos bajo Ranieri, Cúper y Benítez, con fichajes destacados como Villa y Joaquín. Sin embargo, a pesar de contar con un equipo talentoso, nunca logró llevar al Valencia más allá del tercer puesto en la liga. Su mandato terminó en octubre de 2007, cuando fue despedido por Juan Soler tras un inicio de liga que no prometía mejoras significativas en comparación con temporadas anteriores.
A pesar de su salida, Quique mantuvo una fuerte conexión con la ciudad y su vida nocturna. Continuó colaborando en diversos espacios radiofónicos y televisivos, y su nombre ha sonado en más de una ocasión como posible candidato para volver al banquillo del Valencia. Su relación con la prensa y su carisma le aseguraron una presencia constante en la vida social de Valencia, convirtiéndolo en una figura casi mítica dentro del club.
El caso de Quique Sánchez Flores ilustra cómo, en el Valencia CF, la línea entre la profesionalidad y la vida canalla a menudo se ha difuminado. La ciudad y sus aficionados han sido testigos de cómo entrenadores y jugadores han vivido intensamente tanto dentro como fuera del campo, con la complacencia de una prensa que a veces prefiere cerrar los ojos ante ciertos comportamientos. Este ambiente ha contribuido a la leyenda del Valencia CF como un club donde la vida nocturna y el fútbol han coexistido de manera única, forjando historias que han trascendido generaciones.