Greenpeace ha llevado a cabo una investigación exhaustiva para rastrear el destino de 29 prendas de ropa donadas en varias ciudades de España. El estudio pone de manifiesto las graves consecuencias ambientales y sociales del comercio global de ropa usada, algo que normalmente pasa desapercibido para los consumidores. El objetivo principal de esta investigación es revelar el "precio oculto" que se paga por el consumo desenfrenado de ropa, especialmente en eventos comerciales masivos como el Black Friday.
El estudio muestra que una de las formas más comunes de deshacerse de la ropa no deseada es depositándola en contenedores en las calles o en tiendas de ciertas marcas. Sin embargo, lo que ocurre con esa ropa después de ser depositada es menos conocido. Las preguntas clave que motivaron la investigación fueron: ¿a dónde va esta ropa?, ¿quién la recibe? y ¿qué uso se le da finalmente?
De las 29 prendas rastreadas, sólo una ha sido reutilizada, terminando en una tienda de segunda mano en Rumanía. Las otras prendas han tenido destinos diversos y sorprendentes, incluyendo países como Emiratos Árabes Unidos, Pakistán, Togo, Marruecos, Egipto y Camerún. Los resultados de la investigación indican que los Emiratos Árabes Unidos y Pakistán actúan como centros neurálgicos para el comercio de residuos textiles. En estos lugares, la ropa puede ser reutilizada o reciclada; por ejemplo, en Pakistán es común que la ropa se convierta en trapos para la industria.
El problema radica en la cantidad y la calidad de la ropa donada. Muchas prendas son de tan baja calidad que ni siquiera pueden ser reutilizadas o recicladas adecuadamente. Además, la investigación revela que el modelo actual de producción y consumo de ropa es insostenible. Las prendas se fabrican en países del Sur Global, generando una gran cantidad de contaminación durante el proceso de fabricación. Luego, estas prendas viajan miles de kilómetros para ser vendidas en países desarrollados, donde a menudo son usadas por un período muy corto antes de ser desechadas y enviadas de vuelta al Sur Global como residuos.
El impacto ambiental de este ciclo es significativo. El transporte de ropa usada contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, al cambio climático. Además, muchas de estas prendas terminan en vertederos o, peor aún, son quemadas a cielo abierto, liberando sustancias químicas tóxicas al ambiente. En países africanos como Kenia y Tanzania, es común encontrar ríos y paisajes llenos de montañas de ropa desechada.
El impacto social también es notable. En muchos países receptores de ropa usada, el mercado local de textiles se ve perjudicado. Los productores de ropa local no pueden competir con la gran cantidad de ropa de segunda mano que inunda el mercado, lo que afecta negativamente sus negocios y economías locales.
Para abordar este problema, es crucial un cambio en el modelo de consumo y producción de ropa. La solución pasa por producir menos ropa, pero de mayor calidad y durabilidad. Los consumidores deben ser más conscientes de sus hábitos de compra, evitando el consumo impulsivo y optando por ropa que realmente necesiten y que tenga una larga vida útil. Las prendas de buena calidad son más fáciles de reutilizar y reciclar, lo que reduce la cantidad de residuos textiles.
Además, la legislación puede jugar un papel importante. La Unión Europea implementará la responsabilidad ampliada del productor a partir de 2025, lo que obligará a las empresas a gestionar los residuos que generan sus productos. Esta medida debería incentivar a las empresas a producir ropa de mejor calidad y a reducir la cantidad de residuos textiles.
Hablamos de todo ello con Sara del Río, responsable del área de la Unidad de Investigación de Greenpeace.