VALÈNCIA.- A veces un laboratorio es un templo del saber; otras, una especie de Isla Tortuga en la que los piratas llevan bata. La Ciencia, como actividad humana, es capaz de lo mejor y de lo peor, pero —a diferencia de las pseudociencias— tiene capacidad de autocrítica y de poner en marcha mecanismo para mejorar. De eso hablan los catedráticos y divulgadores Juan Ignacio Pérez y Joaquín Sevilla en Los males de la ciencia (Nestdoor).