Los bacanales, como la nostalgia, ya no son lo que eran. Aunque las fiestas en honor a
Baco (o Dionisio) hayan pasado a la Historia por sus excesos, la realidad dista mucho de ser así. En verdad, esos cultos mistéricos (de los que se saben bien poco) no eran la sucesión de orgías que algunos imaginan, un mito que se ha perpetuado por los escritos del historiador
Tito Livio. Según explica
Pedro Ángel Fernández Vega (autor del libro
Bacanales. El mito, el sexo y la caza de brujas), la mala fama fue una campaña para acabar con una religión pujante, capaz de atraer a gente de toda condición, y que ofrecía una visión sobre la vida más allá de la muerte y que desafiaba las creencias de la época. Así, en el 186 a.C., el Senado romano decidió poner coto a estos ritos. Una decisión que, según el historiador, "puso fin al pujante proceso de emancipación de la mujer en Roma".