VALÈNCIA. Carlos San Juan no saca el dedo del asa de la taza de té. Da igual que, en plena conversación, no le pegue más que un par de sorbos a la infusión; sabe que, si lo saca, el temblor de sus manos dificultará la tarea de acertar de nuevo en el agujero, así que lo más práctico es hablar con el dedo metido en el asa. Es uno de los primeros días fríos de este otoño tardío, pero a él no le ha pillado por sorpresa y va bien pertrechado: abrigo, gorra y pantalones de pana. Acaba de pasar la covid. Antes, durante tres o cuatro días, se ha hecho un test diario para ver si podía reanudar su lucha cuanto antes, pero ha tenido que tener paciencia y, «por ética», ha pospuesto todas sus entrevistas. Desde hace casi un año esta es su principal tarea: dar entrevistas en las que recuerda que la gente mayor merece un trato especial, que cuando van al banco no vale eso de dejarlos darse de cabezazos contra un cajero hasta que, rendidos, desesperados, le dan la clave al primero que pasa para que les eche una mano, o soltarles de mala manera que deberían aprender a utilizar una app —encima dirán 'apepé' y muchos no sabrán ni de qué les hablan— que es un galimatías irresoluble para casi todos.
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