La Paella Rusa vive su particular Semana Santa con unos cuantos calvarios informativos. Por una parte, abordamos el culebrón legislativo que rodea a À Punt: oposiciones suspendidas, consejos de administración, nuevas formas jurídicas, fusiones, reformas en la ley y otros asuntos burocráticos que harían desesperarse al mismísimo Jesucristo. Y de un drama televisivo a otro: abordamos el minuto y resultado de RTVE: ¡Ceses y dimisiones! ¡Broncano! ¡Negociaciones bloqueadas! ¡Representantes de PP y PSOE a la greña! Y el nombramiento de la consejera Concepción Cascajosa (hasta ahora presidenta del Observatorio de Igualdad) como nueva presidenta interina de la Corporación pública por un periodo de seis meses.
Además, abordamos un asunto que nos tiene encandilados: las peripecias del juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, con Telegram. El magistrado ordenó suspender de forma cautelar la aplicación de mensajería instantánea a raíz de una denuncia presentada por Mediaset, Atresmedia y Movistar Plus por presunto uso no autorizado de contenido audiovisual sometido a derechos de autor. Obviamente, desde la Paella Rusa estamos convencidos de que Pedraz no tenía ni idea de que era eso de Telegram. Prueba de ello es que alguien debió ponerle poco después del anuncio un powerpoint explicativo, se dio cuenta de que la medida no tenía ningún sentido y finalmente dejó sin efecto la orden, ya que era "excesiva y no proporcional" y "supondría un claro perjuicio a aquellos millones de usuarios que la utilizan". Fantasía pura en un tema que lo tiene todo: desconexión de la realidad, nuevas tecnologías, lobby mediático y un magistrado con pelazo e historial en la crónica rosa.
Además, en La Paella Rusa nos ponemos nuestra gorra de cuestiones internacionales para hablar del puente de Baltimore recientemente derrumbado tras el choque de un barco carguero contra uno de sus pilares… y de la segunda temporada de The Wire. Y todavía con la gorra transoceánica calada, repasamos también el atentado que tuvo lugar el pasado 22 de marzo en una sala de conciertos en Rusia y que dejó al menos 140 muertos.
¡Ah, ah, ah! Y hablamos de la santísima trinidad formada por Vinicius, el racismo estructural y el fútbol.
En nuestra recomendación cultural, ¡la dictadura contemporánea de la felicidad! Proponemos a las personas paellísticas leer el ensayo ‘Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas’, de la socióloga Eva Illouz y el psicólogo Edgar Cabanas (Ediciones Paidós). Un libro que supone “una vehemente denuncia de la industria de la felicidad y de la aparente legitimidad científica de la psicología positiva. La industria de la felicidad, que mueve miles de millones de euros, afirma que puede moldear a los individuos y hacer de ellos criaturas capaces de oponer resistencia a los sentimientos negativos, de sacar el mejor partido de sí mismos controlando totalmente sus deseos improductivos y sus pensamientos derrotistas. Pero ¿no estaremos acaso ante una nueva argucia destinada a convencernos, una vez más, de que la riqueza y la pobreza, el éxito y el fracaso, la salud y la enfermedad son únicamente responsabilidad nuestra?”.