La ciudad de Valencia ha sido testigo de un suceso que ha conmocionado a la comunidad y al resto de España: un devastador incendio en el barrio de Campanar que ha dejado a su paso una estela de destrucción y dolor.

El suceso, que ha acaparado titulares en todo el mundo, ha puesto de relieve la vulnerabilidad de los más jóvenes frente a situaciones de emergencia. 

Más de una decena de niños han visto cómo sus hogares desaparecían entre las llamas, enfrentándose a la angustia y el desamparo que acompaña a la pérdida de un lugar seguro y familiar. Además, diversas comunidades educativas se han visto sacudidas por la noticia de que algunos de sus miembros han perdido la vida en este trágico incidente, añadiendo una capa adicional de dolor y conmoción a una situación ya de por sí devastadora.

Esta misma semana otro incendio en una vivienda en el municipio alicantino de Villajoyosa, se ha cobrado la vida de tres personas, entre ellas un niño de cinco años, y otras 15 han resultado heridas.

Expertos en psicología infantil advierten sobre el impacto duradero que eventos como estos pueden tener en la salud mental de los niños y adolescentes afectados. El desastre no solo desencadena emociones intensas como el miedo, la tristeza y la confusión, sino que también puede dejar secuelas psicológicas a largo plazo si no se aborda de manera adecuada. Por lo tanto, es fundamental que los adultos brinden un apoyo sólido y comprensivo a los niños y jóvenes en este momento crítico.

Hablamos con Sefa Mulet, Neuropsicóloga, Psicóloga General Sanitaria y Psicóloga Forense.  

En primer lugar Mulet destaca la importancia de hablar con sinceridad sobre lo ocurrido, adaptando la información a la edad y nivel de comprensión de cada niño. Los expertos recomiendan ofrecer un espacio seguro donde los jóvenes puedan expresar sus emociones y hacer preguntas, sin temor a ser juzgados o rechazados. Escuchar activamente sus preocupaciones y validar sus sentimientos es esencial para ayudarles a procesar lo que están viviendo y encontrar formas saludables de enfrentarlo.

Además, subraya la necesidad de limitar la exposición de los niños a imágenes perturbadoras y noticias sobre el incendio, ya que esto puede aumentar su ansiedad y estrés. Establecer rutinas diarias y proporcionar actividades recreativas y de distracción puede ayudar a restablecer un sentido de normalidad y seguridad en medio del caos. También se alienta a los adultos a modelar comportamientos calmados y tranquilizadores, demostrando a los niños que están ahí para apoyarlos y protegerlos en todo momento.

Por otro lado, se destaca la importancia de fomentar la empatía y la solidaridad entre los jóvenes, brindándoles la oportunidad de contribuir de manera positiva a la comunidad afectada. Participar en actividades de voluntariado o donación puede ayudar a los niños a sentirse parte de la solución y fortalecer su resiliencia emocional ante la adversidad.

El incendio en Campanar ha dejado profundas cicatrices en la comunidad, especialmente en los más jóvenes. Sin embargo, también ha sacado a relucir la capacidad de la humanidad para unirse en solidaridad y apoyo mutuo en momentos de crisis.