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Carles Dénia: «Hemos perdido el arte de vivir»

  • FOTO: Daniel García-Sala

VALÈNCIA. No hay nadie como él en la escena musical valenciana. Diría que tampoco en la estatal. Si le citas un género, él lo desmiente. Podría servir para situar al neófito, pero él cree que eso solo acaba por despistar. Cosas de los músicos de raza. Más aún si tienen el talante omnívoro y obsesivamente autoexigente de Carles Dénia (Gandia, 1971).

Mientras releo la nota de prensa de Mussol (2023), su recién publicado séptimo disco, suena David Guetta en la terraza frente a la Malvarrosa en la que nos hemos citado. El contraste no puede ser más acentuado: se trata de un trabajo dedicado «a todos los bohemios, soñadores, inadaptados y románticos que, a contracorriente, hacen de su arte una guerra silenciosa contra el gran hipermercado del plástico y la mentira». Lo opuesto a los ramplones pelotazos del DJ francés, vaya. En un país normalizado, y en otro entorno muy distinto al actual, Dénia sería considerado un tesoro nacional, y no un músico de minorías.

Arte, cultura y entretenimiento

Él también se inscribe en el club de los soñadores: «No entiendo del todo esta sociedad; yo intento huir tanto de los convencionalismos como de algunas maneras de enfocar la vida: soy un romántico, totalmente, un poco inadaptado, porque echo mucho de menos en nuestra sociedad el cantar e interaccionar, algo que me parece básico», me dice mientras charlamos un poco antes de que se suba al coche para volver a Sant Pere de Ribes, la localidad de la costa del Garraf (Barcelona), cerca de Sitges, en la que reside desde hace dieciséis años.

Hay un concepto museístico de la cultura que acaba por distanciarla de la calle, que no le genera simpatía. Sale todo esto a relucir cuando le pregunto si está de acuerdo con eso que dice tantas veces Pep Gimeno ‘Botifarra’: que ya no cantamos en nuestro día a día, que estamos perdiendo aquella larguísima tradición oral que se transmitía de generación en generación. «La cultura ahora son ciclos, conciertos, exposiciones… todo como dentro de un escenario, pero el mundo real ha perdido su cultura porque la gente canta fatal: antes las abuelas y las madres sabían cantar, había una gracia que hoy no la hay, y basta con ver cómo canta la gente el cumpleaños feliz, que no dan ni con la melodía».

Saco a relucir a Botifarra no por capricho: si de algo se fue empapando Carles Dénia, en los últimos quince años, tras curtirse en el jazz y en el flamenco, fue en el folk valenciano; en el cant d’estil. Aunque él no quiera ni oír hablar de etiquetas. «Hemos perdido el arte de vivir; antes el arte era el centro de las fiestas, de las casas, de la calle, pero lo hemos barrido, y me temo que es irreversible», lamenta. 

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