VALÈNCIA. Mamá quiero ser influencer. Si Concha Velasco volviera a cantar esta canción cambiaría la letra. Los niños y adolescentes de hoy ya no quieren ser artista. Ni siquiera modelo o actor. Ahora lo que se lleva es ser influencer.
Pero...¿es oro todo lo que reluce? ¿Qué se esconde detrás de los espejos en los que se reflejan millones de personas?
La mayoría de los influencers sufren acoso sexual, cyberbullying y problemas de salud mental como depresión, imposibilidad para desconectar de las redes sociales, aislamiento, falta de vida personal o extrema autoexigencia por la gran competitividad.
Adrián Todolí, codirector de la cátedra de Economía Colaborativa y Transformación Digital de la Universidad de Valencia y la doctora Luminita Patras, consultora y profesora en psicología. han presentado "Ser influencier hoy: Posibilidades y obstáculos de una nueva fuente de empleo" un estudio que sorprende a propios y extraños. Ante unas conclusiones tan preocupantes, las autoridades y plataformas deberían tomar medidas de forma inmediata para acabar con los delitos cometidos con total impunidad y muchas veces silenciados.
Por una parte, Instagram, Tik Tok, Youtube o Patrion, como explican los autores del estudio, deciden, mediante algoritmos, qué visibilidad dar a uno u otro influencer o a una publicación u otra incluso incluso siendo de la misma persona. Por otra, los influencers deben hacer un acto de fe y aceptar el dinero que reciben de las plataformas porque no tienen forma de saber cuánto han generado por publicidad. "La plataforma es la que se lleva todo, la que ingresa el dinero y posteriormente paga a los influencers" en base a conceptos difícilmente comprobables. "El poder del algoritmo decide sobre sus personas o sus negocios." No existen políticas de retribución transparentes. Cuanto más conocida es la plataforma, la opacidad es mayor. Por ejemplo, IVoox ofrece más transparencia y control sobre las visualizaciones realizadas sobre un contenido, destaca Luminita Patras.
"Es peor cuánto más dinero generan los creadores de contenido", señala Todolí, quien desvela uno de los aspectos más preocupantes de la investigación: "A las plataformas les interesa generar conflicto porque engancha a la gente". Por ello, no se hace nada para evitar el acoso sexual y el cyberbullying".
Como explican Patras y Todolí, sería muy fácil impedir que se agrediera sexualmente, se insultara o amenazara. Igual que en décimas de segundo las plataformas descubren si se ha usado una música que tiene derechos de autor o se han subido imágenes con contenido sexual y bloquean la publicación, de la misma forma podrían activar un algoritmo que detectara actitudes de odio, cyberbullying o acoso sexual y rastrear al autor. También se podría habilitar un botón que pudieran usar las influencers cuando se produjera el hecho.
Cuando ya hay niños de 7 años y adolescentes que son, o quieren ser, influencers, el problema todavía es más grave al afecta a menores y es incomprensible que no exista un Plan Nacional contra el acoso.
Los delitos de agresión sexual a través de internet algunas veces llegan a convertirse en físicos. En varias ocasiones, los acosadores descubren dónde vive la influencer, les mandan fotos y llegan a presentarse en su casa.
Lo más triste de todo, es que "solo ocurre con las mujeres". Los autores del estudio de la Universidad de Valencia relatan que ninguna de las influencers entrevistadas ha denunciado los hechos ante la policía porque "piensan que se va a volver en contra de ellas, las van a culpabilizar y acusar de que se lo han buscado ellas".
Estos miedos recuerdan cuando, no hace tantos años se culpabilizaba a la víctima de una violación por llevar minifalda. Ahora se le culpa del acoso sexual por ser influencer.
Los verdaderos culpables "actúan con total impunidad" porque saben que no les va a ocurrir nada. Las influencers no denuncian ante la policía, las plataformas se frotan las manos porque genera conflicto y dependencia y la sociedad mira hacia otro lado porque no sabe realmente todo lo que ocurre realmente.
¿Y las autoridades? Como suele ocurrir, la sociedad avanza más deprisa que la legislación. Hay un gran vacío legal en todo lo que rodea a esta "nueva profesión".
Una vez más, comprobamos que Hacienda no somos todos. Aunque en esta ocasión la causa es que no existe una normativa clara en la que se puedan basar los técnicos de la Agencia Tributaria . "Ni ellos saben lo que hay qué hacer," señala Todolí.
De momento, los influencers, "creadores de contenido", tributan como técnicos audiovisuales. Un hecho que no gusta a quienes han cursado estudios de formación profesional en esta materia o han realizado una carrera universitaria de cinco años. "Los que ganan mucho dinero tienen asesores fiscales que les llevan las cuentas. Pero la mayoría no llega a final de mes mientras otros ni siquiera alcanzan ni los tres mil euros anuales."
Además, los influencers se desgravan la peluquería, el maquillaje o la ropa porque alegan que son imprescindibles para ejercer su profesión.
¿Y qué pasa con los regalos que les envían las marcas? Mientras ha habido políticos condenados por aceptar determinados regalos, los influencers son un mundo aparte. Todolí y Patras recuerdan que hace unos meses se cambió la ley para que los obsequios se consideraran pagos en especie. Sin embargo, "hecha la ley hecha la trampa". Los influencers alegan que los regalos los reciben para probarlos. Si no les gustan, no los publicitan por lo que no los consideran pago.
Los investigadores proponen una serie de medidas evitar que muchas de estas cosas sigan ocurriendo: control del cumplimiento de la regulación sobre transparencia algorítmica,
regulación de unas condiciones laborales
mínimas, aprobación de un plan estatal para combatir el ciberacoso, cursos oficiales para creadores de contenido y mayor trasparencia de las plataformas.
El informe completo de la investigación de la Universidad de Valencia se puede consultar íntegramente en https://www.uv.es/ceconomiacol/descarregues/Serinfluencerhoy-informe.pdf