Tomás González, conocido como Tomás en el ámbito futbolístico, desafió las expectativas al pasar de ser un candidato natural para trabajar en una oficina bancaria a convertirse en un centrocampista destacado del Valencia durante cinco años. A pesar de tener el aspecto de un empollón amable, Tomás decidió seguir su pasión por el fútbol, siendo un jugador formado en la cantera del Atlético de Madrid y con una breve experiencia en el Oviedo antes de su llegada al Valencia en 1989.
Desde el principio, se notó que Tomás no era un jugador extraordinario, pero su rendimiento efectivo y su peculiar estilo de juego lo hicieron un tanto incómodo para la exigente afición de Mestalla. A menudo comparado con Ángel Castellanos, otro jugador del Valencia con un estilo poco ortodoxo pero funcional, Tomás se ganó una reputación por su manera peculiar de moverse en el campo, que algunos comparaban con el baile del Chikilicuatre.
A pesar de su apariencia poco convencional y su aparente falta de espectacularidad, Tomás era un jugador cumplidor y eficiente en el campo. Contribuyó con 22 goles en más de cien partidos durante su estancia en el Valencia, incluido un subcampeonato en la temporada 1989-1990. Después de su paso por el Valencia, Tomás continuó su carrera en el Racing de Santander y se retiró del fútbol en 1997, sin que se tenga mucha información sobre su vida posterior.
Aunque su destino profesional podría haber sido trabajar en un banco, Tomás optó por seguir su pasión por el fútbol, demostrando que las apariencias pueden ser engañosas. Su historia sirve como recordatorio de que el éxito no siempre viene en paquetes convencionales y que el esfuerzo y la dedicación pueden llevar a uno más lejos de lo que se espera. Tal vez hoy en día, bajo una apariencia similar a la de un hombre de negocios, Tomás esté trabajando tranquilamente en una oficina bancaria, atendiendo a los clientes con la misma dedicación y eficiencia que mostró en el campo de fútbol.