VALÈNCIA. La comedia independiente americana vivió, hace apenas una década, una nuevo impulso que le elevó a cotas altas gracias a directores como Noah Baumbach. Pero en los últimos años no encontramos grandes deslumbramientos. Noah Pritzker nos brinde en Ex-maridos algo que se acerca mucho a ello. Al menos hace una acercamiento diferente a una trama tradicionalmente masculina.
En ella, tres generaciones de hombres viven el desamor en diferentes fases de su vida. Simon Pearce decide divorciarse de su mujer ya en la vejez avanzada. Varios años después, con demencia y viviendo en una residencia, su hijo Peter afronta, a mediana edad, el divorcio con su mujer. Y los dos hijos de estos, Nick y Mickey van de fin de semana a celebrar la despedida de soltero del primero en Tulum, México.
Nick y Mickey coinciden con su padre Peter, que también iba al mismo destino para despresurizarse, y durante el fin de semana se encontrarán en diferentes momentos. La despedida de soltero que plantea Pritzker, y aquí vamos a desvelar la que es la gran fortaleza de la película, es poco o nada testosterónica, nada asidua a los lugares comunes, y normaliza (sin pretensiones) un acercamiento mucho menos machista. Ocurre que la gran diversión se ve ensombrada porque Nick está a punto de cancelar la boda, cercado por su precariedad y depresión.
Con estos pilares, Nick, Mickey y Peter viven un fin de semana en Tulum con frentes diferentes, de manera introspectiva, pero sin dejar que la comedia atraviese toda la película. Pritzker hace normal lo que no lo es, sobre todo en una película que está tan dominada por hombres. Y no necesita, y doy gracias a dios por ello, remitir a las nuevas masculinidades ni a los no-sé-qué beta, sino que las cosas suceden con la ligereza que permite la profundidad a completar por el espectador.
La puesta en escena es sobria y eficiente, y la película solo se embarra precisamente cuando, a la vuelta, empieza un epílogo que frena todo el ritmo construido con subtramas que, o ya estaban resueltas, o no había tanto interés por resolver. Esta frase horrible de “a esta película le sobran 20 minutos” aplica aquí. No se hace, literalmente hace falta que le corten los últimos 20 minutos porque no tienen el más mínimo interés.
Aparte de esto, Ex maridos me hace pensar en lo importante que es ver una despedida de soltero en el cine americano de esta forma tan pausada. Y es que casi diría que las despedidas de solteros de los países occidentales beben mucho de las expectativas que ha ido creando el cine americano a lo largo del tiempo. Otra vez, Pritzker acierta haciendo normal lo que no lo es sin ponerse ninguna medalla por ello.
Tal vez Ex maridos, por este motivo, interpele más a las personas que socializan con grupos de hombres, porque les hará avanzar. No sé si esto por delicado, interpela igual de poco a las mujeres que las películas de despelotes. En todo caso, un título a ver, sin duda. La comedia indie americana podría volver. Aquí lo ha hecho.
Les pires
Escondida en pocos cines también encontraréis este viernes una película de la que teníamos muchas ganas de hablar. Lo queríamos hacer desde que ganara el premio a la mejor película en la sección Un Certain Regard en el Festival de Cannes de 2023; y lo confirmamos cuando pudimos verla en La Mostra de València del año pasado. Así que aquí lo tenéis: Les pires, de Lise Akoka y Romane Gueret.
En la barriada Picasso, va a empezar un rodaje. Un director quiere filmar su ópera prima acercándose a las miserias que él no ha vivido pero le apetece contar. Nos suena de algo, del cine social de algunos grandes nombres del cine europeo que juegan precisamente con la vulnerabilidad desde el privilegio y dejan ver sus costuras en sus filmes, aplaudidos cuando solo se ve el qué y no el cómo.
Pero un rodaje en un barrio popular, queriendo además contar con actores y actrices no profesionales para que haya más verdad —porque cuando tú no puedes poner verdad alguna, alguien lo tendrá que hacer por ti—, es en realidad un espejo de las relaciones de poder de una industria, la del cine, que estructuralmente tiene poco remedio.
Les pires es todo ese reflejo, tomando el punto de vista de los cuatro niños y adolescente que deciden, en un primer momento, participar en la película para contar algo parecido pero no igual a sus vidas. Ellos ven la película como algo nuevo, como algo otro, que no tiene por qué involucrarse en el resto de su vida. Y el director, caótico y con interés por la película final por encima de todo, no deja que nada permee en su conciencia dormida.
Desde este análisis, podría parecer que Les pires es una parodia. Pero lo bueno de esta película es que, siendo clara en su crítica, le da otra vuelta. Y sin dejar de tener razón sobre lo que hemos contado, también en medio de esas relaciones de poder, la humanidad se deja ver entre las grietas y da también los frutos de manera autónoma. Y un rodaje, en tanto en cuanto es un equipo humano convive a todas horas durante un corto pero intenso plazo de tiempo, también puede hacer crecer a las personas y hacerlas mejor, o al menos sacarles del vacío existencial.
Les pires es todo eso, contado de una manera sencilla, riéndose de su propio dispositivo. Por eso se mereció el premio en Cannes y por eso, a pesar de estar solo en unos poquitos cines, no podemos dejar de recomendárosla