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Cádiz, nada más y nada menos

Volvemos al Cádiz hedonista y lo hacemos simplemente para disfrutar, sin pompa, trompa o circunstancia. Queremos presentar una serie de vinos de la provincia que nos gustan por lo que son en su conjunto. 

Porque su filosofía es la de recuperar sueños pasados mirando hacia un futuro cada vez más prometedor. Porque cuentan las verdades de la tierra y de todos aquellos que luchan por sacarlos adelante. Porque cumplen los sueños y consiguen imposibles. Y porque están muy muy buenos, cómo no.

Vinos que, como veremos, no son sólo los de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry (finos, manzanillas, amontillados, etc.) y que a pesar de su origen terrenal son tan versátiles que podemos llevarlos de viaje por todo el mundo sin desentonar en absoluto. Comenzamos el vuelo con la seguridad de no perder el equilibrio y terminar espachurrados como pequeños conejos en un asfalto que no es el nuestro. Y es que hoy somos uva, albariza y brisa marina. Nada más y nada menos.

Empezamos con dos blancos tranquilos, es decir, sin alcohol añadido, y que tampoco han estado en contacto con el “velo de flor”. Forlong Blanco 2016 (Bodega de Forlong) está hecho a base de uva palomino (90%) y pedro ximénez (10%) en El Puerto de Santa María. Un vino fácil, agradable y con toques de tiza que lo hacen perfecto para acompañar productos marinos con el mínimo tratamiento. Con una botella en cada mano nos vamos a Japón y lo bebemos con un sashimi de pescados variados. El otro blanco que proponemos es Mirabrás 2014 (Bodegas Barbadillo) de uva palomino fermentada en bota, nacida en cepas viejas de Viña Cerro de Leyes de Sanlúcar de Barrameda. Potencia y expresividad en un vino muy diferente a todo lo probado. Recuerdos a albarizas y contundentes aromas que van a ir muy bien con un plato complejo y picante. Tailandia y un curry verde de pollo y verduras será la próxima parada.

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