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Alternativas al bipartidismo: mejor en la oposición

Publicado: 01/02/2025 ·06:00
Actualizado: 01/02/2025 · 06:00
  • Pablo Iglesias e Íñigo Errejón durante un acto en Valencia (Foto: EFE)

Hace ahora diez años, las encuestas pronosticaban que, de haber elecciones generales, la cosa estaría entre tres opciones: el PP, el PSOE y la sorprendente irrupción, apenas unos meses antes, de Podemos, en unas Elecciones Europeas en las que, por primera vez, la suma de PP y PSOE no alcanzó el 50% de los votos. Algunos sondeos, de hecho, ponían a Podemos por delante del PP y PSOE. Poco después, y tras el desembarco de Ciudadanos en la política nacional, este escenario muy oscilado hacia la izquierda (porque, por mucho que por entonces tratasen de disimular, Podemos era un proyecto que emergía de -e interpelaba fundamentalmente a- la izquierda) se corrigió y se convirtió en cosa de cuatro opciones. En los siguientes cuatro años, cada uno de los dos nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, estuvo a punto de superar a su par: Podemos en las elecciones de 2015 y después en la repetición electoral de 2016 se quedó a apenas un 2% del PSOE; Ciudadanos, en abril de 2019, a menos de un punto del PP.

 

En paralelo, en mayo de 2015 se produjo un enorme vuelco electoral en la Comunitat Valenciana. Aunque el PP ganó las elecciones, lo hizo con el peor resultado desde 1987 y perdiendo casi la mitad de los votos y los escaños obtenidos apenas cuatro años antes, en 2011. El PSPV quedó segundo con el peor resultado de su historia. Es decir, otro desplome en toda regla del bipartidismo, en este caso valenciano, maquillado en el caso de la izquierda por el excelente resultado del espacio a la izquierda del PSPV, y sobre todo de Compromís y Mónica Oltra. La líder de la coalición valencianista, al igual que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón unos meses después con Podemos y que Albert Rivera con Ciudadanos años más tarde, estuvo a punto de superar al PSPV (cuatro escaños y dos puntos menos). De hecho, si sumamos sus resultados a los de Podemos, que obtuvo 13 diputados, superó ampliamente a los socialistas.

 

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Todos estos partidos se quedaron a las puertas del sorpasso soñado en los años noventa por Julio Anguita, que habría mostrado a muchos votantes que el bipartidismo estaba herido de muerte y que existía una alternativa real en su espacio ideológico para obtener la hegemonía en el mismo. Sin embargo, aunque se quedaron cerca, ninguno de estos partidos logró el sorpasso. Todos acabaron pactando con sus supuestas "némesis" en izquierda y derecha: Ciudadanos, tras jugar inicialmente el rol de partido de centro que podía pactar con PP y PSOE para implantar sus políticas, osciló clara y decisivamente hacia la derecha apuntalando Gobiernos del PP en toda España. Algo que se hizo particularmente patente tras las elecciones municipales y autonómicas de 2019, un pésimo resultado para las derechas maquillado por los indispensables pactos de Gobierno del PP con Ciudadanos en lugares como Madrid o Castilla y León.

 

Lo mismo haría Compromís en la Comunitat Valenciana con los ocho años de gobierno del Botànic, siempre liderado por el PSPV y Ximo Puig. ¿El pago a esta fidelidad al espacio de la izquierda sobre lo que quizás convenía más en términos partidistas, es decir, hacerse Mónica Oltra con la presidencia de la Generalitat? En 2019, un miniadelanto electoral para hacer coincidir las elecciones autonómicas con las generales, lo que benefició tanto a las derechas (que casi suman escaños suficientes para recuperar la Generalitat) como al PSPV, a costa sobre todo de Compromís. En 2022, participar de la presión para desembarazarse de Mónica Oltra como vicepresidenta de la Generalitat.

 

El líder de VOX, Santiago Abascal, durante una rueda de prensa posterior al Comité de Dirección del partido
  • El líder de VOX, Santiago Abascal, durante una rueda de prensa posterior al Comité de Dirección del partido -

 

Unidas Podemos dio un paso más y formó parte del Gobierno central, no sólo en el ámbito autonómico, desde principios de 2020. Una legislatura muy difícil, iniciada ya tras la ruptura en el "espacio del cambio" de Unidas Podemos entre -podríamos decir- guerristas y renovadores adaptados a ese espacio, con el matiz de que los "guerristas" (Pablo Iglesias, apoyado en cuadros provenientes del PCE) vencieron a los "renovadores" de Íñigo Errejón, que acabaron reorganizándose en Más Madrid.

 

¿Cuál es el balance de estos diez años de alternativas al bipartidismo? Muy claro: estas alternativas, cuando entran en el Gobierno o son sostén de un Gobierno en términos que los ciudadanos perciben como demasiado complacientes, quedan desdibujados como alternativa, justamente porque su razón de ser es el desencanto e insatisfacción con los componentes del bipartidismo clásico. Y, poco a poco, van erosionándose. De menor a mayor desgaste, así sucedió con Compromís tras sus ocho años de Botànic (y otros tantos, que siguen, apoyando al PSOE en el Congreso a cambio de muy poco); con Unidas Podemos, que acabó dividiéndose en dos (Podemos y Sumar) y con su espacio electoral no sólo dividido, sino reducido al mínimo, a cifras equiparables -como mucho- a las que tradicionalmente obtenía Izquierda Unida. Y con Ciudadanos, que en la práctica ha desaparecido por perder su perfil inicial (un partido de centro capaz de atraer votos de PP y PSOE) para convertirse en un apósito complaciente del PP incapaz de separarse o singularizarse en nada.

A todos estos partidos también les ha perjudicado su falta de experiencia en la acción de Gobierno, sus iniciativas demagógicas o desprovistas de fondo, así como la percepción pública, cada vez más extendida, de que su prioridad no era alcanzar puestos de poder para desarrollar determinadas políticas, sino afirmar que querían desarrollar determinadas políticas para así alcanzar los puestos de poder. Y una vez alcanzados... ¡A vivir!​​​​​​

 

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Si algo ha enseñado a estos partidos la experiencia de estos años es que han de diferenciarse de alguna manera de sus adláteres ideológicos, PP y PSOE; y que el Gobierno es pan para hoy y hambre para mañana. Me he dejado para el final la situación de Vox porque me parece muy ilustrativa de esta dinámica. También Vox surge como una alternativa, en este caso en la extrema derecha, en teoría poco complaciente con el "politiqueo" del bipartidismo, etcétera. Vox comenzó con fuerza, pero languidecía en gobiernos autonómicos que había forjado con el PP. La decisión de salir de dichos gobiernos, muy arriesgada, se ha revelado como un acierto. En el Gobierno, a Vox se le ven todas sus insuficiencias e inconsecuencias, que son muchas. En la oposición, pueden ponerse de perfil y permitir que continúen los gobiernos del PP, pero sin que esto les afecte apenas electoralmente. Pensemos en cómo estaría Vox en la Comunitat Valenciana si hubieran estado en la Generalitat el día 29 de octubre (con la gestión de Emergencias a su cargo, además), y cómo está al quedarse fuera. Para Vox, sin duda, no tener que gestionar es un plus, porque pueden captar con mucha más eficacia la insatisfacción ciudadana, que es mucha. Obtener votos muy críticos con el PP, así como de ciudadanos que se ubican fuera de la política de partidos y del "mercadeo parlamentario", para, con todos esos votos, algún día... ¡Pactar con el PP tras el pertinente mercadeo parlamentario y alcanzar cuantos más sillones del Consejo de Ministros, mejor!

En conclusión, y finalmente, no es casualidad que, en la izquierda, mientras Sumar languidece y da la sensación de que quizás ni llegue a las próximas elecciones (con su antaño líder carismática, Yolanda Díaz, que ni se sabe qué rol ocupa en la formación, y su líder histórico, Íñigo Errejón, totalmente desacreditado y fuera de la política), tanto Unidas Podemos como -sobre todo- Compromís muestran cierta resiliencia y capacidad de crecimiento, merced a factores diversos, pero sin duda uno de los principales es el no ocupar responsabilidades de Gobierno. Así que, para los ciudadanos insatisfechos con la situación, son opciones válidas, a diferencia de Sumar. Si están satisfechos, pues ya votarán al PSOE.

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