VALÈNCIA. Que somos extremadamente extremos lo sabemos, loquix, pero nunca de extremismos recelosos, sosos. Que todos tienen su sitio. Porque los hedonistas somos así, nos gustan los que nos gustan si son bonitos y nos traen flores y animalitos. Como los vinos de hoy, que prometen pocos sulfitos (o muchos, o no).
Hablamos de creaciones excéntricas y radicales, cada una a su modo, de su padre y de su madre, como los humanos que las hacen. Con sus razones y sus sinrazones, pero con su aquel siempre. El de un supuesto (que nunca nada es cierto) movimiento surgido en los años noventa. La rebelión contra los excesos tecnológicos que dicen nacida y liderada por la mano de un loco venido a cuerdo, el adalid de esa biodinámica de lunáticos cuernos vacosos, el amigui Nicolás. Joly, que sí. Después el paso de los años y de unos viñadores que han seguido su camino por distintos senderos con una idea en común, releer la viticultura volviendo a la tradición. A partir de ahí infinitas posibilidades y dispares resultados que agradarán más o menos, pero que difícilmente dejarán indiferente.
Así, sin que sirva de precedente aparcamos el tractor y empezamos por el principio con el Coulée de Serrant 2011 (Vignoble de la Coulée de Serrant). Caballitos saltarines entre viñas de chenin, japis porque lo huelen, no hay química ni la necesitan. Pastan a dentelladas de máxima desnudez y, aunque algo tímidos, bailan con equilibrio. Nervio y juventud que combinamos con un bocado donde hoy buscamos pureza, la de una amanita cesarea en crudo con la mejor de las salsas, una yema de huevo.
Seguimos con un puñao de botellas que podrían haber sido más, menos u otras, grupo, pero son las nuestras, y la primera es de raruna campeona, la Porcellànic 2011 (Ton Rimbau). Una xarel·lo permacultural que viene del Penedés ocultándose de la luz. Asoma el hociquito y oh, un bosque de girasoles y sus pipas nos miran con cara de cariño. Que sí, que te vas ya mismo, pero te recordaremos mordisqueando un suave queso de cabra de pasta blanda y corteza cubierta de carbón vegetal.
Desde el norte de Italia llega el naranjismo con el Denavolo Dinavolo 2016 (Azienda Agricola Denavolo). Variedades varias de naturalista natural que nos llevan de la tranquila profundidad al dislate más absoluto. De barbas rasposillas y sonrisa bonachona, es de esos que enamora por feíno. Nos vamos conociendo mientras pelamos y repelamos unas habitas, y me llevo una a la boca, así en crudo.
Continuamos naranjosos y que viva Naranjito que el Eulogio Pomares Maceración con Pieles 2016 (Grandes Vinos Desiguales) es bien bonito. Albariño del Valle del Salnés que en la boca deja huella con su tanino y un amargor delicioso. Flores no tan marchitas y piedrecillas mil que acompañamos con un poquito de salmón ahumado y una alcaparra.
Llena pero bien La Lune Amphora 2016 (Mark Angeli), una chenin blanc del Loira directa, plena y mineral. Un largo paseo por el campo con el cielo encapotado de esos que dan hambre de verdad. Cuando nos sentamos a la mesa lo tenemos claro y somos tan francos como él, unas lecherillas de cordero, por favor.
L’Octavin ULM 2013 (Domaine de L’Octavin) impone su impronta desde el Jura porque nos dice que es diferente. Que es pinot noir arrejuntá con un poquito de chardonnay y su aquel de maceración carbónica. Ligera efervescencia de gominolas alocadas que se clavan como agujillas en los labios. Acíbares rectilíneos que llegan a morder mientras damos un muerdo a un buen chorizo de ciervo.