Siempre nos quedará Oporto. Si con Lisboa ya suspiramos a ritmo de Fado, solo hace falta una escapada a la otra reina portuguesa, para dejarnos encandilar con ese no se qué que tienen estas ciudades a orillas de un río, tan cosmopolitas como, a veces, decadentes. El norte de nuestro vecino tiene esta fantástica ciudad en la que siempre pasan cosas. Y no solo alrededor de uno de sus grandes tesoros, los vinos, claro, sino también con su gastronomía o con los hotelazos que abren allí.
Camões dijo de ella que era 'el nombre eterno de Portugal' y no vamos nosotros a contradecir a un sabio poeta. Sí que es cierto, que como buena parte de las ciudades del mundo, el turismo la tiene un poco de aquella manera. Si hace años podías entrar libremente a uno de sus tesoros, la librería
Lello que parece salida de la saga de Harry Potter, ahora tienes que comprar una entrada, seleccionar un horario y aún así, hacer una cola kilométrica.