En el libro “Ya Tenim Equip” se desarrolla una teoría sobre los delanteros brasileños blancos que han jugado en el Valencia CF. En resumen, afirmaba que los buenos delanteros brasileños son de raza negra, y fichar un delantero blanco procedente del país de la caipiriña y la samba era como jugar a la ruleta rusa con cinco balas en el tambor.
Aunque esta teoría carece de base científica, solo se aplica al Valencia, ya que a lo largo de los años ha habido magníficos delanteros de raza blanca nacidos en Brasil, como Bebeto, Tostao o Zico, pero ninguno de ellos ha jugado en el club valencianista.
Además, mi disparatada teoría se desmorona cuando observamos otras posiciones en el campo: el Valencia ha tenido brasileños blancos que han jugado como defensas, centrocampistas o porteros, dejando una buena impresión en los aficionados por su rendimiento.
Ejemplos notables incluyen a Leonardo, Fabio Aurelio, Diego Alves o Neto. Curiosamente, uno de los peores defensores en la historia del club fue Aderlan Santos, un brasileño de raza negra.
Sin embargo, el mejor ejemplo de que los delanteros brasileños deben ser negros lo encontramos en dos futbolistas que llegaron al Valencia a finales del siglo pasado y que recordamos más por anécdotas que por su desempeño en el campo. El primero de ellos, Antonio José Gómez de Matos, conocido como Toni, no tenía un nombre exótico típico de los delanteros brasileños de éxito. Además, venía del Guaraní, un equipo de segunda fila de la liga paulista, y no tenía grandes cifras goleadoras.
El segundo de ellos, Leandro Machado, fue más recordado por las controvertidas celebraciones de sus escasos goles que por su rendimiento en el equipo de Mestalla.