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Ana Lluch: «Las mujeres con cáncer me han enseñado a vivir»

  • FOTO: MARGA FERRER

VALÈNCIA. Ana Lluch sigue viviendo en Bonrepòs i Mirambell, el pueblo en el que se crio. Viajó al Istituto Nazionale dei Tumori de Milán por su cuenta, en una roulotte junto a su familia, para aprender una revolucionaria técnica de lucha contra el cáncer de mama. Completó su formación en el Hospital MD Anderson Cancer Center de Houston. Medalla de la Universitat de València y doctora honoris causa por la Jaume I de Castelló, ha recibido multitud de reconocimientos por su labor investigadora.


— ¿Ha vivido el cáncer de cerca?

— Sí. 

— ¿Y cómo se combina la parte profesional y personal en esas circunstancias?

— He actuado como cuando actúo con mis pacientes, haciendo que se integre el diagnóstico y pensando que hoy, gracias a los avances en investigación, tenemos medios para poder tratarlo y curarlo en muchos casos. Cuando eso no es posible, podemos ayudar mucho a paralizar el proceso del crecimiento y, por tanto, a mejorar la calidad de vida de los pacientes. Tenemos que dar gracias por estar en el país en el que estamos, por tener los medios para tratar cualquier situación. Debemos olvidar esa concepción que tiene la sociedad de que cáncer es igual a muerte. Alrededor de un 60% o 65% de los casos se pueden curar, pueden estar sin enfermedad más de diez años. La suerte que tengo en mi área es que en el cáncer de mama podemos decir que en el 85% o 90% de los casos pueden no tener la enfermedad más allá de los ocho o diez años.

— Ha visto lo mejor y lo peor de la enfermedad, los casos en los que se supera y los que no. ¿Cuál es su aprendizaje desde el punto de vista humano?

— Las que más me han ayudado son las pacientes con diagnóstico de cáncer. Ver el altruismo, el desprendimiento que tienen, ver que lo que les preocupa no es su vida solo, sino el entorno. Si tienen hijos, los padres, la pareja, es decir, se han preocupado siempre por «¿veré crecer a mis hijos, les veré tomar la comunión, veré casarse a mi hija?». Es decir, siempre están preocupadas por el entorno. Las mujeres con cáncer, que son a las que yo me he dedicado mayoritariamente, a mí me han enseñado a vivir. Totalmente. 

— ¿Y desde el punto de vista profesional?

— He aprendido que las pacientes con cáncer no sé de dónde sacan las fuerzas, pero cuando se les da el diagnóstico son mujeres muy fuertes, muy valientes, que incluso quisieran llevar la enfermedad ellas solas, sin que nadie de su entorno se pudiera enterar, cosa que no puede ser. Además, el entorno ayuda, tener un entorno agradable, que las comprenda, que no las atosigue, que entienda su problema. No van a ayudarles en otra cosa. Les van a ayudar a recorrer ese camino que, cuando se les diagnostica, tienen que recorrer, y es largo. A los profesionales nos ayuda muchísimo ver cómo lo acogen ellas, la entereza y la valentía que tienen para enfrentar esa enfermedad.

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