Reportajes

Un Boeing 747 lleva quince años abandonado en el aeropuerto de manises 

El Jumbo de Isidoro

  • El Jumbo de Manises. Foto: BORJA ABARGUES

VALÈNCIA. Muchos viajeros, asiduos al modesto aeropuerto de Manises, se preguntan qué hace ahí, desde hace años, un enorme avión olvidado. Y ahí está, a la vista de todos, desde dentro y desde fuera del aeródromo, un imponente Boeing 747 con unos colores un tanto estrafalarios: blanco y fucsia con las letras de la compañía, Pronair, en dorado y plateado. Pasan los años y allí sigue el ‘Arca de Torrellada’, que es como se llama este mastodonte de 185 toneladas al que nadie ha conseguido mover en quince años y que, poco a poco, va perdiendo la dignidad de esa aeronave que fue conocida como Reina de los Cielos.

Su matrícula es MSN20826 y si tecleas ese código en un buscador te llevará a un dominio —airfleets.net, por ejemplo— en el que averiguar su historia, que despega en julio de 1974, cuando empezó a surcar el cielo con los colores de Seaboard World, la compañía que lo tuvo hasta 1980, año en que se lo quedó Flying Tigers. En 1989, pasó por Federal Express; luego a SAS Scandinavian Airlines (1996), Atlas Air (1996) y Airfreight Express (2000). Hasta que, en enero de 2008, con la burbuja del ladrillo a punto de romperse en mil pedazos, pasó a manos de Pronair.

Pronair era parte de los sueños de grandeza de Isidoro Romero, un empresario murciano que, con el auge de la construcción, había hecho fortuna con una empresa de naves prefabricadas en la que llegó a tener trescientos empleados, como explicó, tras vender Pronave, en una entrevista con el periódico La Verdad en 2006. Isidoro, que también llegó a ser presidente del Yeclano, pensó que podía ser el nuevo Javier Serratosa —el antiguo dueño de Air Nostrum—, y probó con un aerotaxi de ocho plazas que volaba con frecuencia a Zúrich.

Los vuelos empezaron a funcionar y Romero se vino arriba con la compra de dos McDonnell Douglas, que servían tanto para llevar pasajeros como mercancías, y trasladó su base primero a Alicante y después a Albacete. El culmen de su supuesta ascensión en el negocio llegó con la adquisición de un Boeing 747, que ya le permitía cubrir líneas más amplias. Aunque después acabaría haciendo pocos vuelos y, cuando la crisis comenzó a estrangular a los españoles, Isidoro soltó lastre y dejó los aviones donde pudo.

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