Reportajes

Blanca Peñín ha hecho la reforma del entorno de La Lonja

Soñar una ciudad para los peatones... y diseñarla

  • Blanca Peñín. Foto: EDUARDO MANZANA
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VALÈNCIA. Cuando Blanca Peñín y el resto del equipo preparaban la maqueta para conseguir la adjudicación de la reforma de la plaza del Mercat y la plaza de Brujas, la arquitecta valenciana mandó a sus tres hijos a buscar romero para hacer la figuración de las palmeras con alambre y unas ramitas de esta planta. Y el día que salió elegido ganador su proyecto, Blanca llamó a los niños y les mostró los periódicos donde salía la foto de la maqueta con las palmeras que ellos habían hecho. «Mirad, gracias a vosotros hemos ganado», les dijo. Así logró que se sintieran partícipes de su gran hito profesional, aunque uno, el pequeño, no quedó satisfecho del todo y al llegar al colegio, indignado, le explicó a su ‘seño’ que el nombre de su madre salía en las noticias y el suyo no, pese a que habían ganado gracias a él. 

Blanca Peñín, que tiene 44 años y acaba de dejar a los niños en el colegio, recuerda esta anécdota después de haber llegado a la puerta de La Lonja con un patinete blanco y, a juego, uno de esos cascos retráctiles de diseño. Y es que, el centro ya no es territorio de los coches desde que el Ayuntamiento decidiera reconquistar para el peatón más de trenta mil metros cuadrados. La espina dorsal del turismo en la ciudad de València: el eje que va desde la estación del Norte hasta las torres de Serrano.

Nos sentamos en uno de los bancos que salen de las jardineras de la plaza de Brujas. Blanca apoya el patín al lado y comienza a contar su historia, la historia de una familia, los Peñín, entregada a la arquitectura. Todo empieza con la pasión de su padre, Alberto Peñín Ibáñez, quien, pese a venir de una familia de médicos, se decantó por la arquitectura, y lo hizo con tal determinación que acabó contagiando a sus tres hijos, que decidieron seguir sus pasos: Alberto, Pablo y Blanca Peñín Llobell. Ellos son hoy los pilares de Peñín Arquitectos, aunque el maestro sigue, a sus 81 años, yendo al despacho cada día para iluminar a sus hijos con su sabiduría. «Mi abuelo y sus hermanos eran médicos. Yo no los conocí porque eran de Zamora y mi abuelo murió cuando mi padre tenía seis años. Mi tío sí que es médico. En mi casa hemos vivido todos la pasión de mi padre por la arquitectura. Todos. Mi madre no ha sido arquitecta pero como si lo fuera. Es algo que está presente en los desayunos, en los viajes y en todo lo que hacemos».

El patriarca de esta saga de arquitectos no se retira. Ha cedido la iniciativa a sus hijos, pero va a diario a trabajar, y muchos sábados y domingos aún se sigue encerrando en su despacho para hacer sus cosas. «Sigue activo. No se jubilará nunca y, como es académico de Bellas Artes, siempre está con algún informe, algún artículo… También hace lo que le da la gana, faltaría más, aunque siempre que aparece algo muy complicado acudimos a la voz de la experiencia. Pero normalmente le dejamos tranquilo e interviene hasta donde le apetece».

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