Óscar y Guillermo son los culpables. Dos jóvenes emprendedores que, tras una dilatada experiencia en locales de primer nivel, decidieron apostar por una tradición renovada y montar su propio restaurante en una barriada a juego. Paellas fieles al conocimiento transgeneracional, en un entorno declarado patrimonio histórico.
El patio de una casa de finales del s. XIX convertida en paellero y el salón ricamente ornamentado por pinturas y cerámica valenciana, reciben con los brazos abiertos al comensal y lo transportan a otra época. Un ambiente especial donde el tiempo parece detenerse, slow food en estado puro. En la mesa conviven entrantes de la cocina tradicional valenciana, como los buñuelos de bacalao o la titaina, con creaciones más vanguardistas como el hummus de garrofó. Y al centro la joya de la corona, la Paella.