En el Senado de Alicante Plaza esta semana tratamos los presuntos acosos sexuales de algunos políticos amparados en el poder que ostentaban. Cada día se conocen nuevos presuntos culpables. ¿Habrá alguno de la política valenciana?
En la recomendación literaria traemos Esto no existe: las denuncias falsas en la violencia de género (Debate), de Juan Soto Ivars.
Las mujeres maltratadas recibieron un escudo necesario con la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género de 2004. En veinte años de vigencia, muchas se han salvado gracias a él, pero nadie ha querido mirar a esas otras mujeres que, fingiéndose víctimas, emplean el escudo como espada. La sociedad ha respondido siempre con un «Esto no existe» a cada denuncia falsa que estas mujeres han utilizado como arma arrojadiza.
Hay quien dice que es mejor no hablar de esto. Pero no se hace daño diciendo la verdad, sino callando. Si ayer se callaba sobre la vida oculta y martirizante de las mujeres maltratadas y encerradas con un bestia, hoy se calla sobre la vida oculta y martirizante de los hombres enganchados en los resortes puntiagudos de un mecanismo de protección empleado como trampa mortal.
Es un fracaso palmario de un país en su lucha por la igualdad. Se ha tachado de «negacionista» a quien mencionaba este fenómeno y se ha impuesto una espiral de silencio. Este libro, donde todas las víctimas tienen su lugar con independencia de su sexo, pretende contribuir a destruirla.
Otro libro interesante del autor es La casa del ahorcado (Debate). ¿Cómo podemos defender el pensamiento individual ante el exceso de líneas rojas?
Los proyectos comunes que han sostenido las sociedades democráticas occidentales parecen rotos. Ni siquiera una pandemia global logra hacernos comprender que los grandes retos requieren respuestas colectivas. Sometidos a las reglas del identitarismo, una polarización extrema ha dado lugar al narcisismo tribal y al ensimismamiento autorreferencial. Colectivos erotizados por su propia identidad y hostiles al resto, victimistas profesionales y nacionalistas excluyentes dominan un panorama donde parece justificable eliminar los derechos de las personas en pos de una causa mayor.
La casa del ahorcado es un demoledor y controvertido ensayo que observa los efectos de la cultura del sentimentalismo en la libertad de expresión y analiza algunas de las manifestaciones más alarmantes de nuestro retroceso hacia la tribu. Con mirada antropológica, pero sin intención académica, Soto Ivars nos ofrece un recorrido por diversos casos contemporáneos de retorno al tabú, el horror sacro, el chivo expiatorio, la herejía y el castigo ritual, y propone la restauración del concepto de ciudadanía como única salida a la guerra civil de las identidades.
«Comparto con las almas puras la idea de que nadie con un mínimo de sensibilidad mencionaría la soga en la casa del ahorcado, pero como veremos en las próximas páginas, nos enfrentamos a un problema enorme: en un mundo global e hipercomunicado la casa del ahorcado no tiene paredes, ni puerta por la que escapar, abarca el mundo entero sin dejar un resquicio para la libertad.».