Desde su posición como director general de Ciencia e Investigación de la Generalitat Valenciana, Rafael Sebastián trabaja para construir una red más sólida entre el sistema universitario y el tejido productivo. “Estamos articulando líneas claras para que las universidades y las empresas colaboren más y mejor”, explica. Entre esas líneas destaca el impulso a las spin-offs universitarias y los doctorados industriales, dos fórmulas que permiten aplicar el conocimiento académico directamente en la empresa.
“Queremos fomentar que los investigadores puedan desarrollar su actividad dentro de las compañías, resolviendo problemas reales que ellas, por sus medios, no pueden abordar solas”, afirma. Para Sebastián, esta simbiosis es clave para fortalecer el ecosistema de innovación y, al mismo tiempo, enriquecer la formación de los jóvenes investigadores.
Las cátedras como espacios de colaboración real
En este contexto, las cátedras universidad-empresa juegan un papel decisivo. “Son uno de los instrumentos más eficientes que tenemos hoy. Permiten que la universidad ponga un pie en la realidad y que la empresa innove con el conocimiento académico”, asegura. Lo define como un “win-win”: la universidad aprende de los retos del mundo real y la empresa accede a soluciones innovadoras sin tener que desarrollar internamente departamentos completos de I+D.
Además, Sebastián subraya la importancia de estas cátedras en la formación. “Pueden generar talento emprendedor, trasladar conocimientos teóricos al contexto empresarial y hacer que los estudiantes entiendan cómo funciona la economía real”, apunta. En una región como la valenciana, con muchas microempresas, esto es especialmente valioso.
Estrategia, incentivos y sostenibilidad
El director general remarca que las líneas de acción de su área están alineadas con la estrategia europea de especialización inteligente (S3). “La digitalización y la sostenibilidad son prioridades tanto para Europa como para nosotros. Están presentes en todas las convocatorias, proyectos y fondos que gestionamos”, afirma. Un ejemplo de esa orientación es el impulso a proyectos relacionados con semiconductores, materiales avanzados o computación cuántica. “Queremos que la Comunitat Valenciana sea punta de lanza en áreas clave donde Europa busca autonomía”, añade.
Pero reconoce que para que esa colaboración público-privada se consolide, hay que cambiar también los incentivos. “Hoy no se recompensa de forma clara al profesor universitario que colabora con una empresa. No mejora su carrera académica ni su currículo. Eso hay que corregirlo”, dice con contundencia. “La transferencia de conocimiento debe valorarse al mismo nivel que la investigación básica si queremos avanzar”.
Confianza mutua y ejemplos de éxito
Entre los retos pendientes, Sebastián señala la necesidad de construir confianza entre universidad y empresa. “Muchas empresas aún sienten cierta timidez a la hora de acercarse a la universidad. Otras han tenido experiencias poco satisfactorias. También desde la academia cuesta salir de la investigación básica para atender problemas concretos”, admite. “Por eso es clave visibilizar los muchos casos de éxito que ya existen”.
Frente a posibles recelos —como los que surgen en torno a la propiedad intelectual— Sebastián propone una cultura más colaborativa: “Tenemos que mostrar que se puede llegar a acuerdos equilibrados y que nadie se aprovecha de nadie. Las cátedras son espacios ideales para establecer esa relación en condiciones claras y renovables”.
Para él, la fórmula está clara: “Más confianza, más incentivos y más ejemplos reales de que esta colaboración funciona. Si lo enfocamos bien, ganamos todos”.