plazapodcast

Cada persona desperdicia al año 250 euros y 31 kg en comida, más que los restaurantes o supermercados

¿Se acuerdan cuando nos decían que tirar la comida era pecado?  Y, por supuesto, no nos levantábamos de la mesa hasta que el plato quedaba limpio como una patena. Y, si por una de aquellas, se cocinaba de más, ahí estaban las madres y las abuelas que lo aprovechaban todo y transformaban las sobras de un rico cocido o en croquetas para toda la semana. 

Los tiempos han cambiado y no para bien. De aprovecharlo todo a tirar sin remordimientos. Pese al incremento de la población, la escasez de alimentos y la falta de recursos económicos para adquirirlos, cada vez se echa más comida a la basura. El ritmo de vida actual deja poco tiempo para cocinar, los supermercados a veces se fijan más en la estética de los productos (calibre, forma...) que en la calidad  o incluso una legislación restrictiva en cuanto a las fechas de consumo preferente o de caducidad, son solo algunas de las causas de este desperdicio. Pero no hay ningún estudio que dermine todos los motivos, el porcentaje y el tipo de alimentos que se tiran.

 Para dar respuestas a estas cuestiones, las Naves lidera en Valencia el proyecto piloto europeo ToNoWaste. Su objetivo es averiguar cómo evitar el desperdicio de alimentos y evaluar un sistema basado en datos objetivos que permita establecer una metodología que se pueda replicar en toda la Unión Europea. Mercavalencia, la Federación de Cooperatives Agroalimentaries CV, Cuinatur y la Universitat Jaume I – UJI son socios de esta iniciativa. 

Lola Vicente-Almazán, responsable en Valencia del Proyecto ToNoWaste, ha explicado en el programa de Valencia Plaza "Hablamos de Europa", la preocupación que existe en Bruselas por este problema y la necesidad de erradicarlo. 

En primer lugar se debe conocer que el desperdicio de alimentos engloba  a todos aquellos productos que, pese a que son seguros para su consumo, se descartan sin importar la causa. Es decir, se tiran a la basura sin ningún motivo de peso.

Uno de los hechos más sorprendentes es que son los hogares quienes despilfarran más comida, muy por encima de lo que tiran supermercados o restaurantes. En concreto, cada persona desperdicia 250 euros y 31 kg en comida. 

Por supuesto, la peor consecuencia son las sociales y mediomabientales sin menospreciar las económicas. ¿Cuánta personas podrían comer con las 88 millones toneladas de alimentos que se desperdician en la Unión Europea? Una cifra que es mucho mayor, ya que realmente el 70% de los alimentos que echan a la basura no están contabilizados.    Se calcula que entre el 8% y el 10% de los gases de efecto hinvernadero se forman por la la producción de alimentos que luego se desperdician.

143 billones de euros, a la basura

Desde el punto de vista económico la cifra es muy llamativa: En Europa se tiran a la basura 143 billones de euros.

Las Naves abordan este proyecto con optimismo en el que la educación y concienciación deben jugar un papel crucial.

Además, hay otros proyectos como Redona en el que se busca que los sobrantes de Mercavalencia se destinen a colectivos vulnerables y bancos de alimentos.

Hay muchas soluciones que se podrían adoptar como destinar las naranjas de menor calibre a los comedores escolares o recuperar algo tan valenciano como las espigoladas, en las que los agricultores invitan a la gente a ir a sus campos a recoger la cosecha que se había quedado en tierra.

Ley nacional con sanciones y soluciones

Lo que parece increíble es que aun no existan mecanismos que canalicen toda la comida sobrante. Solo Francia e Italia disponen de legislación específica en esta materia. España está a punto de sumarse a esta lista ya que se está cocinando una ley que fomenta actuaciones para evitar la pérdida de alimentos en toda la cadena alimentaria, desde la cosecha hasta el consumo. Así, las empresas de la cadena deberán contar con un plan de prevención para que, a partir de un autodiagnóstico, adopten medidas para minimizar las pérdidas conforme a una jerarquía de usos en la que tendrá prioridad el consumo humano.

La ley establece que todos los agentes de la cadena alimentaria tienen la obligación de disponer de un plan de prevención de las pérdidas y el desperdicio. El objetivo es que las empresas de la cadena hagan un autodiagnóstico de sus procesos productivos, identifiquen dónde se producen las pérdidas de alimentos, fijen medidas para minimizarlos y se destinen a otros usos, para los que se fija una jerarquía de prioridades.

 Esta jerarquía de prioridades es un aspecto esencial de la ley, y establece una pelación en el destino que los agentes deberán dar a los alimentos para evitar su desperdicio. La prioridad máxima será siempre el consumo humano, a través de la donación o redistribución de alimentos.

 Para la donación de los excedentes de alimentos, los agentes de la cadena deberán suscribir convenios de colaboración con empresas, entidades de iniciativa social y otras organizaciones sin ánimo de lucro o bancos de alimentos. En estos acuerdos se deberán recoger de forma expresa las condiciones de recogida, transporte y almacenamiento de los productos, entre otras cuestiones.

 Las entidades de iniciativa social que sean receptoras de donaciones deberán garantizar la trazabilidad de los productos donados mediante un sistema de registro de entrada y salida de los alimentos recibidos y entregados. Sólo podrán destinar estos productos a la donación, sin que en ningún caso puedan comercializarlos, y deberán realizarla sin ningún tipo de discriminación entre los beneficiarios.

 En el segundo orden de prioridades se contempla la transformación de los alimentos que no se hayan vendido, pero que mantengan sus condiciones óptimas de consumo, en productos como zumos o mermeladas, entre otros. Cuando los alimentos ya no sean aptos para el consumo humano, la preferencia de uso será, por este orden, la alimentación animal y fabricación de piensos; el uso como subproductos en otra industria ya como residuos, y la obtención de compost o biocombustibles.

 Las empresas de hostelería tendrán la obligación de facilitar al consumidor que pueda llevarse, sin coste adicional alguno, los alimentos que no haya consumido –salvo en los establecimientos tipo bufé libre o similares-. Para ello deberán disponer de envases aptos para el uso alimentario, que sean reutilizables o fácilmente reciclables.

 También se pretender evitar el desperdicio de alimento, como por ejemplo que los establecimientos comerciales dispongan de líneas de venta productos “feos, imperfectos o poco estéticos; promover el consumo de productos de temporada, de proximidad o ecológicos. 


Recibe toda la actualidad
Plaza Podcast

Recibe toda la actualidad de Plaza Podcast en tu correo