José Manuel Barroso ha crecido detrás de una barra. También lo hizo su padre. Y antes, su abuelo, que desde Sevilla emigró a Alemania con toda la familia para trabajar en las minas. Cuando José Manuel padre tenía 10 años volvieron a España y se establecieron en Picanya donde un amigo les comentó que allí se vivía bien. Desde entonces la familia se dedicó a la hostelería. El abuelo abrió un bar. Más tarde, su hijo siguió sus pasos, pero esta vez en Barcelona, hasta que volvió a casa después de un problema grave de salud. Hostelero de raza, decidió entonces que volvería a emprender y lo hizo junto a su hermana abriendo un bar de almuerzos. Un establecimiento sencillo, de pueblo, que nueve años después de aquel 24 de abril de 2015, y con el descaro y la energía de la tercera generación, evolucionó hasta convertirse en una de las hamburgueserías más reconocidas de España. En septiembre abrirán su segundo local en pleno centro de Valencia.
"Para el local que vamos a abrir en Valencia, estamos trabajando con unos presupuestos que son una locura, pero yo recuerdo que esto se montó con 30 o 35.000 euros que nos fue prestando mi tío, mi tía y parte de la familia", recuerda José Manuel Barroso (hijo) desde una de las mesas grafiteadas de la hamburguesería a la que decenas de clientes peregrinan cada semana. El bar, que cuando abrió tenía en carta tres tipos de hamburguesas, se dio a conocer sobre todo por las cervezas de importación que traían. Un día probaron una hamburguesa que les cambió todos los esquemas y que, en cierta manera, les marcó el rumbo a seguir. "Fue en Burger Beer, comimos la Señorito: foie, cebolla caramelizada y rúcula. Mi padre y yo nos quedamos flipados y él me dijo que teníamos que hacer algo similar", afirma José Manuel. "Hablamos con un panadero del pueblo, con la carnicera de toda la vida que iba al colegio con mis tías y, con muy poquito, y mucha ayuda de los proveedores, empezamos con la aventura", añade.
El camino ya estaba claro, pero hace una década, no era tan sencillo como ahora vender hamburguesas a 12 o 16 euros, y más si lo hacías en un pueblo. Los primeros años, los almuerzos y los cafés convivieron con las hamburguesas hasta que, de forma natural, los clientes pedían cada vez menos cafés y se interesaban cada vez más por la hamburguesas. Ahí entra José Manuel hijo, que abandonó la carrera de derecho y con 19 años se metió en el negocio familiar. Los inicios no fueron fáciles. Su padre, al frente de la parrilla, y él en la sala haciendo jornadas de 16 horas "sin un minuto de descanso, pero intentando siempre mejorar y progresar", agrega. Poco a poco van invirtiendo en maquinaria y perfeccionando procesos hasta conseguir darle la vuelta a la cuenta de resultados, que pasa de negativo a positivo. Y entonces, cuando la cosa había despegado y el futuro parecía despejarse, llegó marzo de 2020.