En los seis años y medio que perteneció a la disciplina valencianista, a Éver Banega le pasó de todo, desde quemar un Ferrari hasta atropellarse a sí mismo, desde publicar un vídeo en el que se masturbaba hasta llegar borracho a un entrenamiento. Banega no dejó huella en el terreno de juego, pero su legado fuera de la cancha es el de un canalla de primera
En el otoño de 2007, Juan Soler, propietario del Valencia CF, gestionaba el club con total libertad, financiado por préstamos bancarios avalados por la Generalitat.
Soler contrataba jugadores por sumas exorbitantes y, a pesar de que el equipo estaba cuarto en la clasificación, despidió al entrenador Quique Sánchez Flores tras la novena jornada de liga, reemplazándolo con Ronald Koeman, una exestrella del Barça y aficionado a las tertulias con buen vino en el hotel Westin. Koeman, en su primera decisión, apartó del equipo a tres históricos: Albelda, Angulo y Cañizares, quienes habían sido clave en la mejor temporada del club tres años antes.
En este contexto, Soler utilizó nuevamente los créditos bancarios para fichar a Ever Maximiliano Banega, un centrocampista argentino de 19 años por 20 millones de euros, a pesar de que solo había jugado intermitentemente en el primer equipo de Boca Juniors.
Banega no dejó una buena primera impresión. Recordaba más al problemático "Burrito" Ortega que al talentoso Pablo Aimar. En Valencia, su imagen se vio afectada por dos videos de su pasado. El primer video mostraba a Banega y otros jugadores de la Selección Argentina Sub 20 celebrando la victoria en el Mundial Sub 20 de Canadá, destrozando habitaciones del hotel ebrios de alcohol. El segundo, grabado por un amigo descerebrado, lo mostraba masturbándose frente a una computadora mientras veía porno, lo que lo convirtió en un símbolo del Valencia más bizarro y en ídolo de los pajilleros valencianos.
La carrera de Banega en el Valencia nunca cumplió con las expectativas. Nunca brilló en exceso y los distintos técnicos que lo dirigieron intentaron sin éxito mejorar su rendimiento irregular. Banega pasó un año cedido al Atlético de Madrid, donde se convirtió en el rey de la noche madrileña, y otro medio año en Newell’s Old Boys, lo que parecía su retorno definitivo a Argentina con aroma a fracaso. Sin embargo, su lista de fechorías creció durante los seis años y medio que perteneció al Valencia.
Un año después de llegar a Valencia, Banega fue detenido por la policía a las 3:30 de la madrugada y dio positivo en un control de alcoholemia. En diciembre de 2011, colgó una foto en Twitter con la camiseta del Real Madrid, lo que enfureció a la afición, el cuerpo técnico y la directiva del club. En febrero de 2012, al repostar en una gasolinera, su coche lo atropelló porque olvidó accionar el freno de mano, causándole una fractura de tibia y peroné que lo alejó de los terrenos de juego por más de medio año. Cinco meses después, su Ferrari se incendió cuando llegaba a Paterna. En febrero de 2013, llegó tarde a un entrenamiento en estado de embriaguez, una práctica habitual en la plantilla bajo Unai Emery, pero Emery ya no estaba y Ernesto Valverde tuvo que lidiar con la situación.
En agosto de 2014, poco antes de ser traspasado al Sevilla, la mujer de Banega tuiteó deseando que la Basílica de la Virgen de los Desamparados se derrumbara sobre la plantilla, el cuerpo técnico y la directiva del Valencia. La despedida de Banega del Valencia fue un desastre tanto desde el punto de vista económico como deportivo, aunque para algunos, su figura quedó como uno de los grandes mitos bizarros del club.