VALÈNCIA. De haber encontrado una opción mejor, Carlos Ferrando no hubiese montado una empresa. Tenía un sueldo más que holgado como Area Manager en una multinacional de veinticinco mil personas y una vida tranquila, de no ser por una inquietud creciente por el deterioro del planeta. Amante de la naturaleza, seguía con especial preocupación todos los informes y noticias relacionadas con el cambio climático y la presencia incontrolada de plásticos en mares y océanos.
«¿Pero qué planeta estamos dejando a nuestros hijos y nietos?» —se preguntaba—. «Me imaginaba a las generaciones futuras paseando por las calles con una escafandra para protegerse de los rayos ultravioleta», dice. La imagen debió de ser tan vívida que se animó a dejar su puesto de trabajo y montar una empresa que ayudase a revertir la situación.
Con estas miras fundó Closca, una startup valenciana, mundialmente conocida por dos productos icónicos, aunque de apariencia tan sencilla como son un casco para bicicletas y una botella de agua. Para aquellos que se pregunten cómo se puede aspirar a crear un cambio social con esto, ahí va la respuesta de Carlos Ferrando. «El objetivo de crear productos basados en el diseño y la innovación no es otro que llamar la atención para cambiar la actitud de las personas. Nuestro lema, Inspire Change, lo deja claro. No es solo una cuestión de procesos o de productos, todos podemos hacer algo. El poder de transformar algo está en las comunidades y nosotros queremos ser la marca que inspire, tanto a las personas como a otras marcas, a dar el salto a la sostenibilidad».