VALÈNCIA. El anuncio de alquiler es una ganga. Piso céntrico, luminoso y un precio inmejorable. El aluvión de llamadas no se hace esperar. El protagonista contesta amable que «el piso es una maravilla, lo único… quería comentarte que yo tengo VIH». Se hace el silencio. «Pensaba que eso era ya de otros tiempos… tranquilo, estamos en el año 2022… eso es una cosa privada… no me importa para nada… a mí no tienes que darme explicaciones». La gran mayoría conviene en quedar al día siguiente pero el 81% de las personas que tenía intención de visitar el piso nunca volvió a llamar. «Hemos ganado en amabilidad con los años, en estigma, no tanto», dice este experimento social que se lanzó el pasado mes de junio como una iniciativa de las entidades GeSida, SEISida y CESida junto con el laboratorio ViiV Healthcare. El protagonista del anuncio es Daniel Cortez, médico especializado en VIH y salud sexual, y portador del virus.
«Me pareció importante participar en este experimento social porque visibiliza lo que pasa. Parece que el sida es cosa de otros tiempos, que no pasa nada por tener VIH, pero a la hora de la verdad, nadie quiere tener esa conversación», puntualiza. «A mí me han llegado a negar un café cuando he dicho que tengo VIH». Daniel es de los pocos sanitarios VIHsibles. El estigma y el estereotipo se ceban con perfiles determinados. Daniel pertenece a uno. Hombre gay, y con una profesión en la que la visibilidad no abunda. «No conozco muchos médicos visibles; tengo muchos colegas con VIH pero no son nada visibles. Yo siempre digo que no hay una relación natural entre una profesión, una forma de ser o el hecho de tener una orientación sexual con adquirir la infección, pero sí una falsa percepción del riesgo y de la vulnerabilidad —añade—. En cierto sentido, yo pensaba que por ser sanitario iba a estar más protegido y no fue así. Lo que había asumido son estereotipos. No me tomó por sorpresa el diagnóstico, aunque yo siempre he sido muy responsable con mi vida sexual, sino el decir ‘¡wow!, mira hasta dónde te ha llevado el no creerte susceptible’. Es uno de los aprendizajes más grandes que me ha supuesto el diagnostico».