El concepto actual de sostenibilidad aparece por primera vez en el Informe Brundtland, publicado en 1987, también llamado “Nuestro futuro común”. Este documento elaborado para Naciones Unidas fue, seguramente, el primero que alertó sobre las consecuencias medioambientales negativas del desarrollo económico y la globalización. Casi cuatro décadas después, la sostenibilidad se ha inoculado a la velocidad de un virus en nuestro imaginario colectivo. Y como todo en la vida, siempre damos por bueno todo lo que se vende como tal. Aunque hay entendidos en la materia que alertan de los peligros de ir como borregos por la vida. Uno de ellos, es nuestro invitado en La Entrevista, Andreu Escrivà. Licenciado en Ciencias Ambientales, máster en Conservación de Ecosistemas y doctor en Biodiversidad, previamente ha publicado Aún no es tarde: claves para entender y frenar la crisis climática (Universitat de València, 2017) y Y ahora yo qué hago. Cómo evitar la culpa climática y pasar a la acción (Capitán Swing, 2020). Ahora ataca con su nuevo trabajo que es Contra la Sostenibilidad (Arpa Editores, en castellano y Sembra Llibres, en valenciano).
Escrivá carga en su último trabajo contra diferentes conceptos y denominaciones hoy convertidos en lo que el divulgador llama, dogmas verdes. Una suerte de provocación para despertar conciencias. "Hay que ir contra esa sostenibilidad mercantilizada que se nos ha ido imponiendo, porque yendo contra esa sostenibilidad, hay que tratar de construir algo mejor, que venga dado por el colectivo, entre todos".
En este camino aborda los pilares de la sostenibilidad, tal y como la entendemos: la economía circular, las finanzas verdes, y por supuesto, el coche eléctrico, que se ha erigido como icono de la lucha contra las emisiones bajo un modelo al que hemos sido dirigidos sin plantear lo que realmente supone.
Se le pregunta al autor de este Contra la sostenibilidad es un trabajo poner en duda todo lo que se hace, cómo se hace, o por qué se hace. "No pongo en duda todo lo que se hace, no estoy en contra del proceso de reciclaje o del coche eléctrico. Lo que pasa es que en este caso, critico que se piense que lo que se da es un cambio del modelo de movilidad, cuando en realidad es un cambio de motor, y si el reciclaje se cree que eso nos va a evitar los problemas asociados a la gestión del plástico, estamos confundiendo un instrumento con el objetivo final, hay que repensar para que nos está sirviendo para este reciclaje o la economía circular, ¿Queremos mantener el mismo tipo de economía? creo que hay que cuestionarlo todo sin ir en contra de todo".
Apela Escrivá, en esta entrevista, al hilo del libro, a redefinir los modelos, como el del consumo, y focalizarnos en el crecimiento y el bienestar. Y es que toca 'reciclarse' y ponderar si todo lo que hacemos en los países desarrollados forma parte de una estrategia equivocada o no. "El modelo de producción y consumo que se lleva discutiendo décadas es el culpable de la actual situación. Hay que cambiar porque, sobre todo, nos va a beneficiar. Ahora está de moda hablar de planificación y está muy bien, porque durante mucho tiempo, la mano invisible del mercado era la guía para navegar la realidad y creo que nos hemos dado cuenta que esta mano invisible, no funciona en absoluto, ha empobrecido a las clases medias y bajas con celeridad, por lo que toca planificar, y es fundamental, en un escenario en el que los recursos van a ser escasos, especialmente energéticos, hacerlo. La única forma de asignar los recursos es el racionamiento. Si el mercado lo asigna, lo hará en función de precio, yo quiero que el petróleo vaya a ambulancias en el medio rural, y no a jets privados y esto. ¿Cómo se hace? Por caro que lo pongas, el del jet lo va a pagar, pues hay que racionar, hay que planificar. Tenemos que hacenos a la idea de que hay que involucrarse en la planificación, no defiendo la planificación tecnocrática sino decidir entre todos", sostiene Escrivà.