Marina Civera, fallera mayor y embajadora de València, se expresaba con estas palabras: “Sou part de una festa que no té limits, perquè ser fallers ens fa grans, perquè ser faller és fer història”. El jueves noche el València CF volvía a hacer historia una vez más. El Valencia bronco y copero marcaba un gol en las páginas del libro de oro del fútbol español. Ser seguidor del Valencia no tiene límites. La ciudad enmudecía horas antes de adentrarnos en el mes de la pólvora, en el mes de la sátira, en el tiempo que veneramos casi todos los valencianos. Un día antes de cumplir sus cien años, porque la sociedad valencianista con alma franciscana, siempre nos aferramos al origen, a la esencia, a la memoria del Bar Torino, se fundaba un 1 de marzo del año 1919, aunque a todos los efectos, la historia ha querido que el 18 figure como fecha oficial en su partida de bautismo.
Se veía venir, la ciudad recobraba esta temporada, y en concreto en los últimos días, el turismo del sello bronco y copero de antaño. La ciudad olía a pólvora. Tras la visita de los seguidores de Celtic, al caminar por las calles de València tenías la sensación de que estabas en plena vorágine de semana fallera. La alegría desmedida de los incondicionales seguidores escoceses que habían tomado cualquier rincón de València, convertía la Gran Vía Marqués del Turia en un abrevadero. Cualquier mañana de la semana de las fiestas josefinas, si madrugas, despiertas con los jardines del bulevar del ensanche como lo dejaron los chicos escoceses, empachados de botellas de cristal y bolsas de plástico, el clásico botellón nocturno. Vecinos de la zona no daban crédito a lo sucedido, y yo les razonaba que en breves días la imagen de los jardines será una fotocopia de la anterior, pero en vez de ser escoceses serán valencianos. Para mí que los operadores turísticos debieron elegir mal en el calendario la oferta del pack turístico vacacional para los más de 7.000 seguidores que se desplazaron a la ciudad del Turia con la excusa del partido de fútbol.