VALÈNCIA.- Theodopulos ‘Theo’ Kojak no era un poli cualquiera. De hecho, a medida que la década de los setenta avanzaba, la televisión hacía lo posible para que sus polis se salieran de los estereotipos del género. En lugar de limitarlos a que fueran vestidos de uniforme y pegando tiros, se les intentaba conferir un carisma que les hiciese especiales. Por aquel entonces teníamos al inspector Colombo, siempre metido en su gabardina y con aire de despiste, al dúo intergeneracional de detectives formado por Karl Malden y Michael Douglas en Las calles de San Francisco, sin olvidar a Frank Cannon, un expolicía metido a detective privado, de edad madura y con sobrepeso, encarnado por William Conrad, protagonista de la popular Cannon.
Precisamente, Theo Kojak fue el proyecto televisivo que tomó el relevo de Cannon en la programación de la CBS. Calvo, cínico y sagaz, impecablemente vestido con trajes de tres piezas y un sombrero Bailey Gentry, el teniente Kojak no tardaría en catapultar a la serie que le dio vida al número uno de los programas más vistos en Estados Unidos en 1973. Con él había nacido algo más que una estrella televisiva: había surgido un nuevo tipo de estrella televisiva.